Sandy Franco

En el cine, dentro de los subgéneros del terror, hay uno muy particular que ha logrado crecer y ocupar un espacio importante, al lado de las cintas de vampiros, pegadito a los zombies y muy cerca de los famosos slashers, historias que saben cómo dejar una inquietud y poner el dedo en la llaga, incluso sin siquiera ser catalogadas dentro de los films de horror.

Ese subgénero tiene como característica principal adentrarse, jugar, revolver, mermar y volar la mente de las audiencias que en algún momento u otro, se han dejado llevar y seducir por el temido y generalmente bien llevado, terror psicológico, donde en la actualidad, hay un sinnúmero de producciones que han expresado acertadamente, las bases de una historia en la que el susto se lo lleva la mente.

Después de lo que fue el éxito de los slashers como las sagas de Pesadilla en la calle del infierno, Halloween, Scream y Viernes 13; vino una revolución con el vampirismo en todos sus formatos: para adolescentes, en un tono más adulto y otro más en el ámbito indie, pero un género que ha dado paso lento pero seguro ha sido el del terror psicológico.

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Jugar con la mente del espectador hasta llevarlo al límite, valerse de poca luz y más sombras, música espeluznante y la amenaza latente, son de las armas que los cineastas que exploran nuevas formas de aterrorizar a las audiencias, usan para poner en marcha historias intrigantes, en su mayoría con finales abiertos, con personajes que también pierden la cabeza y uno que otro trauma o nivel de miedo desbloqueado.

El subgénero en sí, tiene otras aristas que incluso combinan la comedia o no son propiamente catalogadas como de miedo, pero que inquietan de manera profunda por sus escenas inverosímiles. De ahí que, en este mes del terror, haya seleccionado tres de las más perturbadoras producciones, ejemplos claros sobre lo que el terror psicológico puede llegar a significar.

Misery

Adaptación de la novela de Stephen King, dirigida por Rob Reiner y protagonizada magistralmente por una increíble y atemorizante Kathy Bates (tanto así que le valió un Óscar), esta es una de las mejores cintas que explican con lujo de detalle lo que la mente llega a ser y hacer cuando se pierde en los confines de una mujer que solo quieren que le escriban un final diferente en sus novelas favoritas, las consecuencias no son muy felices que digamos, pero la forma en la que Bates muestra la locura es digna para poner después una película de dibujos animados.

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Misery pone de manifiesto la importancia de llevar a buen puerto una adaptación difícil de pasar del papel a la pantalla (pocos son los que lo logran de una manera impecable) de tal forma que sean tan memorable para los lectores que se asustaron con el papel, como para los fans que la vieron en cines.

¡Huye!

Uno de los cineastas que se ha encargado de explorar más allá del terror psicológico, es Jordan Peele, con su trilogía nos ha puesto los pelos de punta y nos ha dejado inquietos con una o varias escenas bien ejecutadas; la carta de presentación de Peele fue en 2017, ¡Huye!, film extremadamente bien planteado e inverosímil sobre el joven de raza negra que va inocentemente a conocer a los padres de su novia.

Los únicos detalles son que la novia es de tez clara y las cosas no son lo que parecen, de hecho son más perturbadoras de lo que se piensa, a tal grado de llevar al espectador a cuestionarse hasta dónde es capaz el ser humanos por eliminar el factor (intruso) que no es como su entorno, para mantener su zona de confort en paz; además de escenas fuertes, el racismo implicito en un guión bien estructurado, es un elemento más para aterrorizar a quien sea.

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El Faro

Desde mi perspectiva, junto a Jordan Peele y Ari Aster (que con Misdommar lo entendió todo sobre el terror psicológico) otro de los grandes exponentes de este subgénero es Robert Eggers, que con su trilogía bien nutrida ha construido un antes y después del terror en la gran pantalla.

Después de La Bruja, rompió sus límites en el terror psicológico con El Faro, cinta de 2019 que es un verdadero poema filmado en blanco y negro con dos monstruos de la actuación: en esta esquina, el consagrado Willem Dafoe y en la otra, el camaleónico Robert Pattinson, dos actores que supieron llevar a sus personajes hasta la locura total, demostrando que no se necesitan monstruos de tres cabezas, ni litros de sangre, para atemorizar a una audiencia, ávida de ver en qué terminaban estos dos guarda faros en medio de la nada.

Verdaderos ejemplos de que a veces, cómo dijera Stephen King: “Los monstruos son reales, y los fantasmas también: viven dentro de nosotros y, a veces, ellos ganan” y sí, en ocasiones, no están debajo de la cama o en el ropero, a veces se esconden en la mente… y hasta aquí ¡Corte y queda!

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