Sandy Franco

Algo positivo que nos dejó el 2024 fueron las adaptaciones de novelas latinoamericanas a la pantalla, sea para el cine o para el streaming. Ya hablamos de la que realizó Rodrigo Prieto con Pedro Páramo de Juan Rulfo, viene en unas cuantas semanas Cien años de Soledad de Gabriel García Márquez en Netflix y para el próximo año llegará a Amazon Prime, la novela de Isabel Allende, La casa de los espíritus.

 Este fin de semana terminó la primera temporada (porque ya confirmaron la segunda) de Como agua para chocolate, adaptación, ahora a serie, de la novela de Laura Esquivel. Recordemos que en 1992, Alfonso Arau hizo su versión para el cine con Lumi Cavazos, Regina Torné y Marco Leonardi.

 ¿Qué tiene de bueno y de malo esta adaptación dirigida por Julián de Tavira y Analorena Pérezríos? Un poco de todo; hay que destacar que aunque se ve esa conexión entre la historia y la comida, me quedan a deber el detalle, a veces burdo de las cosas que se cocinan, incluso hubo escenas en que no se sentía que Azul Guaita cocinara, lo que sí es que como pasa en la novela, los platillos nos conducían por la narrativa de las de la Garza y los Muzquiz.

 Sí, hay este realismo mágico que caracteriza a la novela, pero de pronto se pierde ante una subtrama revolucionaria que cambiará muchas cosas de la historia original, porque hay que decirlo, tanto se tomaron la libertad de adaptarla que exploraron otros caminos a veces innecesarios.

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 Ahora bien, hablemos del cast, que a veces parece que buscaban modelos para una campaña revolucionaria de un comercial del gobierno de Peña Nieto, sobre todo en los personajes de Tita y Pedro. ¿De verdad? Cabe destacar que a veces falta fuerza en su interpretación, hay actores que hacen un trabajo bueno, como Irene Azuela que no tenía un papel fácil al lado de lo que hizo Regina Torné.

 Pero ya estamos comparando versiones, si bien la cinta de Arau nos pone de tajo la historia en una atmósfera más mexicana, burda si ustedes quieren, pero más de raíz, con sus escenas provocativas de una manera justificada, con su vomitona masiva en el pastel Chabela o su cocina con la característica propia de una hacienda de los años revolucionarios.

 En la serie esto no se siente de la misma forma, es tan refinada la producción, que hasta el realismo mágico se ve como efecto de CGI, hasta la cocina se ve limpia y acomodada. Incluso a la hora de las batallas revolucionarias, es una cosa bien coreografiada, hasta la sangre cae donde marcaron que tenía que caer.

 Tanto cuidado no está mal, pero vamos, una cosa que identifica a la novela de Esquivel es imaginarse este caos en la cocina y esta atmósfera familiar de una casa tradicional en plenos años revolucionarios, no pasa así cuando la historia está más preocupada por verse linda, trabajar una subtrama innecesaria y que solo tendría que haber servido para respaldar el contexto en el que se desarrolla la historia y por qué pasa lo que pasa con el personaje de Gertrudis.

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 A pesar de una buena fotografía y una banda sonora encabezada por Lila Downs, Pehuenche, Mel Muñiz, Paula Prieto y Monocordio, entre otros, Como agua para Chocolate se refinó a tal grado que para los dos últimos capítulos de la temporada, ya parecía una telenovela producida por TNT, entretenida sí, con la curiosidad de saber qué hicieron con el libro, pero que se queda corta para ser una producción basada en una novela de gran relevancia como lo es la de Laura Esquivel.

 ¿Vale la pena verla? Sí, si no se ha visto la película de Arau o se ha leído al menos uno de los libros en los que se basa; lo bueno de quedarte con la duda es que se convierte en pretexto para comprar el libro y deleitarnos con la escritura llena de verdadero realismo mágico, de la escritora nacida en la Ciudad de México.

 ¿Veremos la segunda temporada? Sí, después de todo, en esta viña del Señor vemos de todo… ¿O no? Hasta aquí, ¡Corte y queda!

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