Sandy Franco

El 14 de febrero, Día del Amor y la Amistad, es el pretexto ideal para sucumbir ante una película que esté en cualquier streaming, dentro del género “romance“, con la historia más melosa posible y que cuente con un final feliz, donde la pareja protagónica aprenda una serie de lecciones, libre algunos obstáculos y viva feliz para siempre, juntos, lejos de villanos y problemas internos que cada uno carga.

Las películas contenidas en el apartado “romance” son de las favoritas de muchos; no sé por qué algunas personas creen que este género es exclusivo de mujeres ilusionadas con la idea del amor. Seamos honestos: todos, absolutamente todos, hemos caído ante una película de romance, esa donde dos personas se conocen, ocurre el flechazo de Cupido y se despierta en ellos un sentimiento que identificamos como amor, alrededor de una serie de eventos que, como dijera Shrek, dudamos si de verdad pueden pasar fuera de la pantalla.

Pero no todas las películas de romance tienen un final feliz, lo cual se agradece. ¿Qué pasa cuando el amor se convierte en desamor? Si hay algo que abre un abanico de posibilidades a la hora de contar una historia en el cine, es que ésta pueda dar cabida a un final donde los personajes no terminen en el clásico beso que simboliza la promesa de estar juntos para siempre, sino que se toma el atrevimiento de añadir tragedia y drama con conclusiones donde una inminente separación viene, sin que se pueda cumplir con un destino que se había trazado previamente.

Vienen a mi mente un sinfín de historias que, gracias a Dios, tienen el libre albedrío para terminar en una idea diferente, desagradable para quienes sean amantes del “Y vivieron felices para siempre”. Fin” y se arriesgan a plantear escenarios en donde las circunstancias de la vida los orillan a no poder seguir con su perfecto amor; es bonito y está bien, ¿O no?

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Quizá uno de los primeros finales trágicos que vimos en pantalla y que aún duele e incluso ha abierto un debate en torno a él, es el destino de Jack Dawson (Leonardo DiCaprio) en Titanic. Justo cuando creíamos que el amor lo podía todo, incluso una lucha de clases sociales y el hundimiento de un transatlántico, el frío le quitó a Rose (Kate Winslet) la oportunidad de ser feliz para siempre con el hombre del que se enamoró en su viaje de regreso a América. Aunque el final conlleva pensar que sí vivieron felices para la eternidad, el que el protagonista de la cinta terminara helado es algo que muchos no le perdonan ni a James Cameron ni a Kate Winslet.

Otra película que presenta también a dos amantes trágicos es el clásico musical Moulin Rouge, Baz Luhrmann nos presenta a Satine y Christian, una bailarina de cabaret y un escritor novato que se ven envueltos en un amor hasta cierto punto prohibido, no por pertenecer a clases sociales diferentes o a familias rivales, Satine ha sido vendida a un marqués y aunque después de entender que lo que importa es amar y ser amado, hubo otro factor con el que no contaban: la muerte, este es uno de los musicales modernos mejor ejecutados y con un final que queda en la memoria, hay que decirlo, Baz Luhrmann es experto en finales trágicos, véase su versión de Romeo y Julieta, o mi favorita de la vida The Great Gatsby.

Perecer en una cinta de amor cuando eres protagonista es quizá uno de los finales más dolorosos para quienes se hacen adeptos a una historia, pero ¿y si la vida es quien separa a los amantes? El ejemplo más claro y más recordado es sin duda La La Land de Demian Chazelle. Alcanzar los sueños tiene sus consecuencias y un precio, o como dijera Vicentico: “Los caminos de la vida no son lo que yo pensaba”. Aceptar que a veces no se puede estar en el mismo lugar que la persona que amas y dejarla ir fue un golpe brutal para los que vivimos este musical en el 2016.

Otra cinta que toca el tema de dejar ir a la persona amada, pues las vidas se cruzaron demasiado tarde, es la inolvidable Madison Bridges con una impresionante Meryl Streep y un Clint Eastwood que no podemos creer que sea él. Meryl da vida a una mujer, ama de casa olvidada por su marido y hasta por sus hijos; cuando un fotógrafo que va de paso por el pueblo donde vive le pide ayuda para llegar a un famoso puente, no es un amor que se desarrolle en un día, por eso duele, duele esa inolvidable escena en la que una decisión vital depende de abrir una manija en medio de la lluvia, con una carga tan fuerte como lo es “hacer lo correcto”.

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Hablemos ahora de ese amor que no es correspondido; solo uno de los protagonistas lo siente. Acaricia por un instante el triunfo que la otra persona le corresponda o, en el pasado, tuvo esa oportunidad que desechó por estúpido. Los ejemplos más conocidos, que incluso dejan una reflexión al final, son 500 days of summer y Eterno resplandor de una mente sin recuerdos; la primera, una historia en donde Tom (Joseph Gordon-Levitt) se enamora de Summer (Zoe Deschanel), pero el sentimiento solo va de un lado. La joven siempre le deja en claro que ella no lo ama y, ante esa verdad, el hombre no puede hacer nada.

Mientras que en Eterno resplandor… el amor estuvo ahí, de pronto todo terminó, pero en una de las dos personas el recuerdo era tan atroz que decidió borrarlo; en el proceso se da cuenta de que no es buena idea, aunque ya es tarde.

Las relaciones de pareja son tan complejas en el tiempo que sea; el cine es una ventana que nos ha dejado ver que no siempre el amor puede terminar en un “Y vivieron felices por siempre”, algo que está muy cercano a la realidad.

La recomendación: Ya que estamos hablando de amores no correspondidos o porque de pronto se convirtió en la favorita de los Oscar para este año, échenle ojito a Anora, la moderna Mujer Bonita cuyo final no es como el que tuvo Julia Roberts. Hasta aquí. ¡Corte y queda!

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