A propósito del 8M, conmemoración del Día Internacional de la Mujer, me gustaría reconocer la lucha que también se hace desde otras trincheras, como la del cine, una esfera a la que también le ha costado a la mujer llegar, posicionarse y ser reconocida, pero que ha servido para visibilizar los problemas sociales que las han afectado durante años.
En el mundo, mujeres han tomado la lente para contar historias que no solo tienen que ver con darle el foco a un problema social, aunque siempre tienen un trasfondo y, curiosamente, nos ponen a pensar cómo sería si detrás de la cámara estuviera un director.
Nombres como Kathryn Bigelow, Sofía Coppola, Jane Campion, Regina King, Celine Song, Julia Ducournau, Greta Gerwig y, recientemente, Coralie Fargeat han contado diversas historias que tocan temas de género de una manera importante para la visibilización; algunas ya han incluso recibido premios por ello.
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Pero en México no nos quedamos atrás; si bien nada quita el mérito de cada una de las producciones que mujeres alrededor del mundo han dirigido (en un mundo donde el patriarcado todavía pesa en Hollywood), es todavía más meritorio el trabajo que se hace en nuestro país, pues las historias retratan en muchas ocasiones una verdad tan cruda que vemos, sea en las noticias o de primera mano, día con día.
Las historias que cuentan las mujeres en México generalmente hablan de cómo el país las trata, cómo las violenta, las revictimiza, las estigmatiza, las clasifica y las juzga; a veces las miradas crudas de las directoras mexicanas nos hacen pensar en que ojalá solo fuera una película, pero la realidad es más cercana de lo que esperaríamos.
El grito detrás de las madres buscadoras por encontrar a sus hijos desaparecidos se oye en Ruido, película de Natalia Beristain que cimbra a la audiencia con la historia de Julieta, una artista que busca a su hija desaparecida mientras hacía un viaje con sus amigas. En su búsqueda, hará amistad con una periodista y se enfrentará a lo que las familias de desaparecidos sufren: la impunidad y la corrupción en el sistema de impartición de justicia, mientras ve lo que hace el mundo de la trata de blancas y otras organizaciones que se dedican a buscar a personas.
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Ruido no es la única película que trata sobre las desapariciones en el país; Sin señas particulares de Fernanda Valadez también cuenta la travesía de una madre que busca a su hijo perdido en el calvario de cruzar la frontera. Ahí conoce a un joven deportado que volverá con su madre a un pueblo fantasma. Valadez no solo trata el tema de los desaparecidos, sino también el de la migración y el del narcotráfico dominando pueblos en los que las familias pierden todo y se convierten en refugiados en otros lugares.
Hablando de la plaga que puede resultar de una organización delictiva, Tatiana Huezo nos presenta Noche de fuego, una de las mejores películas mexicanas de los últimos años que recrudece la violencia del narco, en un lugar en donde las madres hacen de todo con tal de proteger a sus hijas, mujeres que desde pequeñas están expuestas a ser reclutadas de manera violenta por cárteles que, nuevamente, dominan pueblos enteros.
Últimamente, el cine mexicano ha puesto ojo particularmente en las infancias expuestas a todo, desde a crecer en el lugar más violento y cargar con estigmas de sus progenitores, hasta vivir el duelo de la muerte de un familiar, como lo expone Ángeles Cruz en Valentina o la serenidad, una niña que no comprende el fallecimiento de su padre y pasa por un viaje personal que la hará descubrirse y saber lo que es el luto.
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Las mujeres directoras mexicanas también se adentran en diversos géneros como el terror con obras dignas de reconocer como Huesera, de Michelle Garza Cervera, que no solo aborda todo lo que tiene que ver con el miedo y los sustos, sino con un tema por demás importante como lo es la maternidad vista desde diferentes perspectivas, conjugada con los roles impuestos a la mujer.
El cómo se nos trata en una sociedad marcada por la misoginia, los estereotipos y las clases sociales es un tema recurrente pero necesario de visualizar. Quienes son mujeres y hacen cine contando desde diversos lugares, culturas o personas el ir y venir de nuestro género llevan una tarea importante y esa es dar voz, una que a veces quieren callar.
La recomendación: Es cierto cuando les digo que Perfume de violetas duele toda la vida; el retrato de dos adolescentes que viven en los barrios bajos de Ciudad de México es tan crudo pero tan realista que se agradece cada detalle que le imprimió su directora Maryse Sistach, allá en el 2001. La pueden ver en Prime o en YouTube.
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