Dinorath MotaDinorath Mota

Ella lo soñó, lo decretó y nació para ser presidenta municipal. Cynthia Arellano dice que no se equivocó al buscar la alcaldía de Zapotlán, ya que a los seis años sorprendió a propios y extraños al declarar que, de grande, quería ser presidenta. Desde entonces, no quitó el dedo del renglón.

Convencida de sus raíces y herencia de sus bisabuelo, el primer presidente de Santiago, el gusto por la política de sus abuelas convertirse en una mujer recia que rompe moldes y allana caminos. Con un café en la mano, rememora los años de la niñez y, más allá, la anécdota familiar de una bebé que, a los seis meses, quiso conocer el mundo. Porque Cynthia es así: la vida le apura, pero se da el tiempo de vivirla bien.

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“Yo era una niña muy esperada. Fui prematura, pero siempre deseada. Tuve una infancia muy feliz, muy protegida.”

La menor de dos hermanas, Cynthia siempre refiere a sus padres, Santiago y Belinda, así como a sus abuelos, como los grandes referentes de su vida.

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Originaria de la comunidad de Acayuca, en el municipio de Zapotlán, Cynthia pasó sus primeros años en ese lugar. Más tarde, sus padres decidieron que debía realizar sus estudios en Pachuca, donde estudió la carrera de Derecho. Sin embargo, recuerda que desde los seis años, cuando le preguntaban qué quería ser de grande, respondía sin dudar: presidenta.

Convencida, dice que no fue una fantasía, ya que no sólo lo soñó, sino que lo vibra en cada momento. A los 22 años regresó a Zapotlán, donde ocupó su primer cargo en la administración municipal como oficial del Registro Civil. Más tarde, se convirtió en mediadora en el Tribunal Superior de Justicia y se especializó en mecanismos alternativos de solución de conflictos.

Foto: Dinorath Mota

Cynthia afirma que no es ninguna improvisada. Además de su licenciatura, ha cursado varias especialidades, incluso una en el extranjero. Para ella, todo ha sido disciplina, constancia y amor por lo que uno hace. Se define como una mujer sin poses, que no necesita demostrar nada a nadie. Su vida, asegura, ha estado dedicada al trabajo; tal vez por eso este la ha absorbido.

Ser madre no es una de sus frustraciones. Tiene más de un centenar de ahijados y siempre ha estado rodeada de niños, quienes han cubierto esa parte en su vida. Su sobrina, dice, es su adoración.
Uno de los momentos más bonitos de su vida, cuenta, fue cuando le avisaron que había ganado la elección. “Me preparé para esto, lo trabajé y aquí estoy, porque nací para ello”, asevera.

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No fue fácil. En el camino para alcanzar su cargo vivió violencia política, ataques y descalificaciones. Pero está consciente de que ella abrió una brecha que otras mujeres podrán transitar con mayor facilidad.
Al hablar de su familia, la referencia obligada son sus abuelos. De ellos aprendió no sólo la constancia, sino también la integridad. María, una de sus abuelas, fue una de las primeras maestras de la comunidad, una mujer dura que se hizo a sí misma en el camino, pero que en cada paso transmitía una lección de rectitud. Lo mismo Evelia, su otra abuela. “De ahí vengo”, dice con orgullo.

A Cynthia le gusta la vida, y por eso, cuando le preguntan si quisiera vivir muchos años, responde de inmediato: “Sí, quiero una vida larga y me imagino dando clases, o probablemente aún metida en la política, porque yo soy esto.”

En sus andares recuerda anécdotas, como aquella vez que unos campesinos la invitaron a tomar pulque. Lo que no sabían, dice entre risas, es que es buena para tomarlo… siempre que sea directo de xoma y natural, como debe ser el pulque. “A la vida se viene a vivir; hay que degustarla, comer y beber todo lo que uno quiera, porque no sabes cuándo será la última vez que podrás disfrutarla.”

Por eso se asume garnachera: sus favoritos, los tamales fritos y los tacos, de los que se confiesa adicta. No hay nada que disfrute más que le inviten una comida cuando sale a hacer recorridos por su municipio.

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Todavía hay muchas historias que contar y mucho camino que caminar. Pero señala que su vocación, desde donde esté, será siempre la empatía y vivir la vida sin conflictos. “Porque hay que sumar, y no restar.”

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