Jorge Luis Pérez

En el sexenio de gobierno de Jesús Murillo Karam, entre 1993 y 1999, ejidatarios y comuneros ribereños a la presa Endhó de los municipios de Tula de Allende y Tepetitlán, hartos de la plaga del mosco cúlex y el lirio acuático que copaba el cuerpo de agua negra, y que es hábitat natural del insecto, atraparon enjambres en bolsas de plástico y frascos de vidrio, entre otros recipientes, y se trasladaron a Pachuca, de tarde y casi al anochecer, amenazando con soltar sus presas en caso de que sus demandas siguieran sin atención.

Sus animales de corral lo mismo que animales de compañía, literalmente se encontraban ciegos de tanto piquete de mosco; vacas, caballos, burros, perros, gatos, gallinas, chivos y borregos, la estaban sufriendo como nunca antes.

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En las casas de los ribereños a la presa, no eran suficientes los insecticidas, los mosquiteros, los atrapa moscas eléctricos, ni los periodicazos. La desesperación había llegado al límite. Se llegó a decir que de tanto DDT (en ese entonces así se llamaba el insecticida en bote por su fórmula), ya había causado cáncer en las personas.

En la Presidencia de la República se encontraba Carlos Salinas de Gortari, y lo único que se proyectaba para la región de Tula, era la construcción del Tren Bala México-Querétaro-Irapuato, obra que no tuvo éxito y se quedó a medias. De la presa y la feroz contaminación por aire y agua, ni se inmutó ese Gobierno Federal.

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El gobierno estatal echó mano de un artefacto llamado Retador 1 y luego vino en apoyo el Retador 2, un triturador de lirio acuático, ideado y construido en fierro y pintado de rojo, por una familia de empresarios. Medianamente se contuvo el problema, con apoyo también de una intensa fumigación que entonces emprendió la Dirección de Ecología estatal con apoyo de la instancia del gobierno federal.
Y así sucesivamente, los gobernadores y presidentes en funciones sobrellevaron el titánico problema.
Un año después de que iniciara el pasado sexenio del presidente Andrés Manuel López Obrador, en 2019, la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), emitió una declaratoria de emergencia ambiental para Tula, por la alta concentración de los niveles de mercurio, arsénico, plomo, bario y de fenoles en la Endhó.

Y es que la refinería Miguel Hidalgo, la termoeléctrica Francisco Pérez Ríos, cuatro cementeras y tres caleras, además de empresas que operan en los municipios de la cuenca Tula-Tepeji, y en el Estado de México y la Ciudad de México, arrojan sus desperdicios tóxicos al Gran Canal y al Emisor Central, entre otros afluentes que en Hidalgo se conectan al río Tula, pero súmele las aguas residuales de los habitantes de esa enorme metrópoli.

Viene a colación la historia, porque el secretario de Gobierno de Hidalgo, Guillermo Olivares Reina, este lunes volvió a referirse a ese problema de salud para los ribereños a la presa de Tula y Tepetitlán, y que también alcanza a Tezontepec de Aldama, ponderando ante reporteros, que este Gobierno Federal de la presidenta Claudia Sheinbaum, sí va en serio en la atención de la contaminación de la Presa Endhó. Ya se verá en 2030 si por fin le damos el revés a ese gigante de mil cabezas y nos demostramos que no es invencible.

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