El deporte en nuestro país es un espejo de nuestra identidad, un canal de pasión y sueños compartidos. Pero cuando hablamos o comentamos de deportes, el futbol y sus productos se llevan casi todo el tiempo. ¿El motivo? Los medios de comunicación, que son quienes eligen qué, cómo, cuándo y dónde difundir las historias y rivalidades que más vendan.

Eso motiva a analizar sobre el peso que tienen los medios en el deporte mexicano, su papel en el reinado del fútbol y cómo disciplinas como el béisbol, el baloncesto y el futbol americano podrían despegar si se apuesta por la promoción y el profesionalismo.

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Al final, me pregunto: ¿quién debe moverse primero, las empresas mediáticas o los equipos interesados en la promoción de su club y su deporte?

Los medios que en esencia y existencia son el puente entre los atletas y los aficionados. En México, las grandes televisoras y plataformas digitales y de cable han tejido una narrativa donde el futbol es el deporte más popular de nuestro país.

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Las portadas de periódicos y las transmisiones hablan de futbol, dejando a los espacios noticiosos, solo en casos muy relevantes, para otros deportes. Esto no es azar: el futbol es un negocio jugoso, con audiencias masivas que aseguran ingresos por patrocinios y publicidad.

La Liga MX, por ejemplo, mueve millones en derechos de transmisión, algo que la Liga Mexicana de Beisbol (LMB) o la Liga Nacional de Baloncesto Profesional (LNBP) no alcanzan, al menos no aún.

El béisbol, el baloncesto y el futbol americano tienen un potencial latente. La LMB, que este abril festeja 100 años, goza de una afición fiel en zonas como el norte y el sureste.

La LNBP y la Liga Mexicana de Baloncesto Profesional Femenil (LMBPF) crecen con figuras como Gabriel Girón Jr. y Daniela Soto. En tanto el futbol americano, aunque joven en su versión profesional con la Liga de Fútbol Americano (LFA), conecta con la pasión de los seguidores mexicanos de la NFL y el colegial.

Entonces, ¿por qué no logran el mismo eco que el balompié? La clave está en la promoción y el profesionalismo, tan cercanos como distantes.

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Los medios no solo informan, también construyen relatos que tratan de enganchar al público. En el futbol, nos venden las rivalidades, dramas personales y “goles” que hacen historia, obvio, cuentan el triple si un equipo es propiedad de un medio.

Al respecto, imagina un equipo deportivo respaldado por un imperio mediático: cada victoria es magnificada, cada tropiezo suavizado, y la afición, fanatizada, se mantiene en un estado de fervor constante gracias a una cobertura cuidadosamente orquestada. Estas estrategias, aunque éticamente cuestionables, pueden generar una ventaja competitiva difícil de igualar, consolidando no solo el dominio en la cancha, sino también en la percepción colectiva. En un mundo donde la información es poder, quienes controlan los canales de comunicación tienen la capacidad de construir realidades a su medida, dejando poco espacio para la imparcialidad o la crítica, que cuando llega por otros medios, es cuestionada, acosada y disminuida.

Lamentablemente en los otros deportes, el beisbol y el baloncesto, esas historias no se cuentan ni en un tono, ni en otro. Por ejemplo, el regreso de Luis Cessa a la LMB con Sultanes de Monterrey o el impacto de Mayra Gil en la LMBPF no generan el mismo revuelo que un Clásico pambolero (regio) entre Tigres y Monterrey. Los medios priorizan lo que vende, y el futbol, con su maquinaria de marketing, es imbatible.

Sin embargo, los equipos y federaciones deportivas también tienen responsabilidad: no invierten lo suficiente en crear marcas atractivas, narrativas envolventes o experiencias que atrapen a los fans.

El profesionalismo en estas disciplinas depende de una alianza. Los equipos deben ofrecer un producto competitivo: estadios modernos, jugadores carismáticos, eventos que vayan más allá del juego. La LMB, por ejemplo, ha dado pasos con su Juego de Estrellas renovado, pero le falta constancia.

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Los medios, por su parte, deben arriesgarse a cubrir más allá del futbol, dando espacio a historias que inspiren. Cuando la LNBP transmitió partidos en ESPN o la LFA logró acuerdos con plataformas digitales, se vio un aumento en la visibilidad. Pero estos esfuerzos son esporádicos que no trascienden porque solo es ese espacio y no hay comentarios previos ni posteriores en programas especiales.

Entonces a mi parecer, los clubes deberían dar el primer paso. Son ellos quienes deben invertir en profesionalizar sus ligas, desde la calidad del espectáculo hasta la construcción de marcas que seduzcan. Un equipo como el de los Diablos Rojos del México, con su historia y afición, podría liderar este cambio, creando contenido que los medios no puedan ignorar.

Una vez que los equipos demuestren compromiso, los medios seguirán, atraídos por el potencial económico. Es un ciclo: los equipos innovan, los medios amplifican y el público responde.

Nuestro país y nuestro estado de Hidalgo tienen talento y pasión para que el béisbol, el baloncesto y el futbol americano brillen tanto como el futbol. Pero para lograrlo, se necesita que los equipos den el primer paso, que los medios se atrevan a contar nuevas historias y que los aficionados abracemos la diversidad deportiva, no solo de esas disciplinas, sino de todas, como en España.

El deporte debe ser reflejo de lo que somos. ¿Lo es?

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