Sandy Franco

Decir que entre el live action y la animación de Lilo y Stitch, la segunda siempre va a ser mejor, es como si dijéramos que preferimos la música de los 80 en lugar de la actual; es parte de una nostalgia que nos acompaña y que añoramos porque quizá en esos tiempos éramos alguien diferente y que nos gustaba más.

Cuando salió el tráiler del nuevo live action de Disney, no vimos tan descabellado que ahora hayan tomado un personaje tan querido como Stitch y lo hayan pasado a este mundo real. Es más, en ese material nos presentaban lo esencial que habíamos visto en la película animada de 2002; hasta ahí, la promesa de que, finalmente, la compañía de Mickey Mouse había hecho una película decente, estaba frente a nuestras narices.

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Resultó que el live action contando la historia de la pequeña Lilo, su hermana Nani y el pequeño alienígena que llega a irrumpir en sus vidas fue algo que tiene sus pros y sus contras. Hay que decir que, hasta ahora, pocos son los live actions que han entrado en un grupo selecto, donde los fans aceptan su realización.

Hasta ahora, la crítica está muy dividida; hay quienes afirman que esta película logró ser parte de ese grupo selecto porque respetó la historia original y, al mismo tiempo, hizo unos cambios pertinentes para pasar de la animación a la realidad y, aun así, todos los fans quedaron conformes con el resultado y la taquilla los respalda.

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Lamentablemente y en mi nunca humilde opinión, Lilo y Stitch, en su versión live action, es plana, mal adaptada y deja de nuevo en el tintero la pregunta: ¿qué necesidad de hacer esta versión, si la original es y siempre será mejor en todos los aspectos? Los live action de Disney se han caracterizado por jugar con las narrativas de sus originales, en una estrategia para resolver el problema de cambiar ciertas partes de las cintas que son animadas, para que las puedan hacer personajes de carne y hueso.

El problema es que ni siquiera los propios guionistas de las nuevas versiones han sabido respetar el material de origen; queriendo poner una inclusión forzada, cambiar la perspectiva de género y desaparecer personajes claves, las historias han pasado de ser nuevos clásicos a desilusiones que hacen su recorrido en cines sin pena ni gloria y de la misma forma se alojan en su catálogo de streaming.

En Lilo y Stitch, la narrativa es un copy/paste de lo más relevante de la película animada, conservando las partes que la gente ama, incluso los diálogos al doblar al español, lo nuevo que propone es un intento de abordar un problema social como lo es la responsabilidad de cuidar a una menor, sacrificando quizá el futuro de alguien que no está listo para tal responsabilidad; la cuestión es que no le dieron el tratamiento adecuado, hubo más conexión entre hermanas en la versión animada que en esta nueva, más allá de poner la burocracia de gobiernos para el cuidado de las infancias y ese final que a muchos no les terminó de convencer, hubieran apostado por saber redirigir su narrativa a un tema como las infancias y la forma en la que lidian con el duelo de perder a sus padres, en lugar de preocuparse por hacer a Stitch más tierno en peluche.

Dejemos de lado que, obviamente, hay cosas que no trajeron a la nueva versión de la animada; la música de Elvis Presley apenas es un componente que no se siente importante como en la cinta del 2002, no hay una pizca de personalidad en las hermanas, bueno, en cualquiera de los personajes. Cobra Bubbles o incluso David pasan de noche; la narrativa se siente apresurada, sin desarrollo, como si lo que importara fuera poner la línea del tiempo que tenía la anterior y cumplir con esas partes para satisfacer al público y que no los critiquen como a sus antecesoras.

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Es por demás decir que Lilo y Stitch es un bonito ejemplo de cuán valiosa es la animación, sea del año que sea; en la película del 2002 se permiten muchas cosas que los niños disfrutaban, no había marcados prejuicios y las películas no se sentían con la presión de agradar a los adultos, quienes fueron su primer público. Pareciera que la nueva versión no tenía el presupuesto como para poner a un villano como Gantu y dejar en buenos términos a Jomba, un error imperdonable.

Si tuviera que rescatar algunas de las cosas de la película, sería esa cubetada de agua fría que es la realidad y que no siempre se puede llegar a una conclusión favorable o feliz en la vida; y finalmente, estamos hablando de un producto que viene después de una ola de mercancía de todas partes con el rostro de la criatura azul. Quizá las nuevas generaciones que no lo conozcan puedan hacer que esta sea su película; yo digo que me quedo con la versión animada… y hasta aquí. ¡Corte y queda!

La recomendación: veamos animación, sea para el público infantil o para adultos; si buscamos algo más maduro, chequen La rosa de Versalles. La película está disponible en Netflix, basada en la serie manga de Lady Oscar, muy popular por su cómic homónimo.

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