Cuando Bernardo Cueva tocó las puertas del primer equipo de Chivas, lo hizo con una propuesta: optimizar procesos, profesionalizar al departamento de inteligencia deportiva y vincular decisiones de contratación con datos exactos.

Por un momento trató de convencer al presidente Amaury Vergara, quien lo canalizó con José Luis Higuera, quien tardó dos meses en definir su situación, aunque no de la mejor manera, como ya lo sentenció la historia.

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Higuera, con la información en mano, le pidió que se encargara del equipo sub 13, filial de Chivas en el Parque San Rafael del Club Jalisco. Así nació su primer gran desengaño profesional que posteriormente convirtió en oportunidad.

No era un alumno recién llegado: la institución le abrió camino como jefe de inteligencia deportiva en 2017, y formó parte de la estructura que ganó la Concacaf Liga de Campeones 2018 y viajó al Mundial de Clubes ese mismo año.

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En el momento que expuso su proyecto, buscándole mayor peso estratégico a su campo, fue relegado a las fuerzas inferiores. En lugar de un plan de vanguardia, recibió una encomienda menos relevante. Frustrado, decidió irse, como lo hubiera hecho cualquiera.

En 2020 aceptó el reto de Brentford, un club modesto de la Championship, donde encontró un terreno fértil para aplicar análisis, matemáticas y tecnología al futbol práctico.

En ese ambiente, lideró con Thomas Frank un proceso que devolvió a las “Abejas” a la Premier League en 2021. Su especialidad, las jugadas a balón parado, se convirtió en arma letal, reconocida por cuerpo técnico, jugadores y aficionados.

Con su trabajo llamó la atención de una selección europea: Noruega. Sin abandonar Inglaterra, se integró como asesor para fases FIFA. Esa experiencia internacional reforzó su perfil táctico, asimilando estrategias de preparación y comunicación con futbolistas de clase mundial.

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En 2024, tras cuatro años forjando credibilidad en Brentford, Chelsea lo fichó como jefe de táctica fija. El club lo confirmó como cerebro detrás de jugadas ensayadas, una posición clave en el cuerpo técnico dirigido por Enzo Maresca. En su primer año, el Chelsea conquistó la Conference League y, pocos meses después, el Mundial de Clubes, donde Cueva se convirtió en el primer mexicano en levantar ese trofeo con el equipo londinense.

En la cancha y fuera de ella, su trabajo se refleja en cifras: mayor eficacia en tiros de esquina y tiros libres, goles decisivos en momentos clave y un Chelsea más sólido en su cuarta plaza de Premier League, lo que le devolvió a la Champions. Su labor fue elogiada por el propio Maresca.

Su historia es una lección difícil de ignorar: cuando una institución rechaza una idea de peso, abrir fronteras puede transformarla en oportunidad. Su camino pasó por quedar fuera en casa y llegar a la cumbre del mundo con Chelsea, y su lugar lo ocupa alguien sin experiencia ni peso.

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