Henry Sevilla

Hay videojuegos que cuentan historias, y hay otros que se convierten en historias que recordamos como si las hubiéramos vivido. The Last of Us, lanzado en 2013 por Naughty Dog, es uno de esos raros títulos que trascienden su medio para ser discutido como una obra cinematográfica, literaria y emocional al mismo tiempo. Es un juego que habla de la humanidad en medio del colapso, del amor como motor de supervivencia, y del precio que estamos dispuestos a pagar por proteger lo que nos queda.

La premisa parece familiar: un mundo devastado por una infección letal, ciudades en ruinas, facciones en guerra, y un camino peligroso que recorrer. Pero la diferencia está en cómo se cuenta. Aquí, la destrucción no es el espectáculo; es el telón de fondo. La historia gira en torno a Joel y Ellie, dos sobrevivientes que inician un viaje forzado, pero que poco a poco se convierte en un lazo irrompible. Lo apocalíptico se mezcla con lo íntimo, y las escenas más memorables no siempre son tiroteos o huidas, sino conversaciones a media voz, miradas silenciosas y momentos de respiro que, paradójicamente, resultan los más tensos.

Suscríbete a nuestro canal de WhatsApp y entérate de todas las noticias al instante

Uno de los mayores logros del juego es su capacidad para equilibrar jugabilidad y narrativa sin que uno absorba al otro. El sistema de combate es crudo y visceral, con recursos limitados que obligan a improvisar constantemente. Cada enfrentamiento es un rompecabezas de supervivencia: decidir si vale la pena gastar una bala, crear una bomba de clavos o simplemente evitar el combate por completo. Esto no solo añade tensión mecánica, sino que refuerza el peso emocional de cada decisión: sobrevivir siempre tiene un costo.

En The Last of Us, la música es mucho más que acompañamiento. La banda sonora, compuesta por Gustavo Santaolalla, está construida a partir de guitarras acústicas minimalistas y silencios tan expresivos como las notas mismas. Sus melodías no buscan grandilocuencia, sino transmitir fragilidad, pérdida y esperanza. Son temas que parecen fluir con el ritmo del viaje, como si estuvieran siendo tocados junto a una fogata improvisada en medio del fin del mundo.

SIGUE LEYENDO: The Legend of Zelda: Majora’s Mask

Pero lo que realmente convierte a The Last of Us en una obra maestra es su mirada cruda a la moralidad humana. No hay héroes puros ni villanos absolutos. Todos los personajes actúan desde su necesidad de sobrevivir, y el jugador, al final, se enfrenta a una de las decisiones más moralmente ambiguas de la historia del medio. Es un desenlace que no busca complacer, sino incomodar, dejando preguntas que permanecen mucho después de apagar la consola.

Entre sus momentos más icónicos se encuentran los pequeños instantes secundarios que, como en Majora’s Mask, enriquecen el mundo y la relación entre los protagonistas. Una broma compartida, un hallazgo curioso, un momento de inocencia en un mundo que la ha olvidado… estos fragmentos son tan importantes como cualquier escena de acción. Hacen que Joel y Ellie no sean solo personajes controlados, sino personas conocidas.

Con el tiempo, The Last of Us se convirtió en un referente de lo que un videojuego narrativo puede lograr. Su impacto fue tal que inspiró debates académicos, análisis críticos y, por supuesto, una adaptación televisiva que demostró que su historia podía brillar también fuera de los mandos. Pero la magia original sigue estando en jugarlo: en avanzar paso a paso por un mundo hostil, sintiendo cómo la relación entre dos extraños se convierte en familia, y comprendiendo que, en el fondo, esta es una historia sobre el amor en tiempos donde el amor parece imposible.

Porque al final, The Last of Us no trata sobre salvar al mundo… trata sobre salvar el mundo de alguien. Y en ese último instante, cuando la verdad queda suspendida en el aire y Ellie dice “Ok”, entendemos que no estamos ante el final de una aventura, sino ante la eternidad de una decisión. Un cierre tan humano, tan imperfecto y tan poderoso, que convierte este viaje en algo que, como la cicatriz de una herida bien cerrada, nos acompañará para siempre.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *