La eliminación de los cuatro equipos mexicanos en Estados Unidos duele, pero más que por orgullo deportivo, por lo que deja ver: la Liga MX nunca tomó en serio este torneo.

Desde el arranque se notó que el interés estaba más en cumplir con el calendario que en competir con verdadera hambre de ganar.

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Mientras los clubes de la MLS se prepararon con seriedad, pensando en mostrar su crecimiento y consolidar una liga que cada año presume avances, los nuestros llegaron como si fuera un viaje de pretemporada.

Rotaciones extrañas, poca exigencia en los planteamientos, plantillas parchadas y, en algunos casos, la evidente incomodidad de estar allá más que el deseo de trascender.

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Es cierto que la Liga MX sigue siendo fuerte en lo deportivo y atractivo en lo económico, pero eso no alcanza cuando se juega en un contexto distinto y contra rivales que ya dejaron de vernos como “los hermanos mayores”.

Lo que pasó en este torneo debería ser una llamada de atención: los equipos mexicanos no solo quedaron fuera, quedaron exhibidos.

Lo más preocupante es la ligereza con la que se explica la derrota. Se escuchan justificaciones de viaje, de arbitraje, de adaptación. Pocos aceptan que hubo falta de planeación y de ganas de hacer de este torneo una prioridad.

Y si la propia Liga MX no le da importancia, difícilmente lo harán los jugadores, los técnicos o incluso la afición.

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Al final, lo que queda es una sensación incómoda: mientras en Estados Unidos se celebra que su liga crece y gana terreno, en México seguimos atrapados en la idea de que “podemos cuando queremos”.
El problema es que, en esta ocasión, no quisimos. Y se notó.

@danielzarate70

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