KATHYA MORENO

“El Reloj Monumental nos recuerda que el tiempo también puede ser memoria y permanencia. Su imponente estructura nos invita a detenernos y mirar hacia atrás, para valorar lo que nos ha traído hasta aquí, pero también hacia adelante, para pensar en la ciudad y el país que queremos construir…”

El pasado 15 de septiembre, Pachuca celebró un aniversario más de su símbolo más querido: el Reloj Monumental. Más que un simple marcador de horas, esta obra es un espejo del tiempo que resguarda la memoria de toda una ciudad y, en muchos sentidos, de la nación.

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Erigido en 1910 para conmemorar el Centenario de la Independencia de México, el reloj no solo honra nuestra historia patria, sino también la identidad minera de la región. Fue construido con el apoyo de los mineros ingleses, cuya presencia marcó profundamente el desarrollo económico y cultural de Hidalgo. Su maquinaria, proveniente de la misma casa inglesa que fabricó la del Big Ben en Londres, no es una coincidencia: es un recordatorio de cómo lo local y lo global dialogan en cada campanada.

El reloj ha sido testigo de manifestaciones, celebraciones, protestas y encuentros cotidianos. Ha visto pasar generaciones que lo han convertido en punto de referencia, en lugar de reunión y en símbolo de orgullo. No es casual que cada 15 de septiembre, sus campanadas marcan el ritmo de la Independencia, conectando a los pachuqueños con un pasado que sigue latiendo.

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Además de su valor histórico y simbólico, el Reloj Monumental se ha consolidado como uno de los principales atractivos turísticos de Hidalgo. Cada año recibe visitantes nacionales e internacionales que llegan a admirar su imponente arquitectura de cantera blanca y escuchar las melodías de sus campanas, únicas en el país. Su ubicación en la Plaza Independencia lo convierte en el punto de partida perfecto para descubrir el centro histórico de Pachuca, donde la tradición minera y la modernidad conviven de manera vibrante.

El Reloj Monumental nos recuerda que el tiempo también puede ser memoria y permanencia. Su imponente estructura nos invita a detenernos y mirar hacia atrás, para valorar lo que nos ha traído hasta aquí, pero también hacia adelante, para pensar en la ciudad y el país que queremos construir.

Conmemorar su aniversario es, por tanto, un acto de identidad. No se trata solo de celebrar los años que han pasado desde su inauguración, sino de reconocer que el Reloj de Pachuca sigue siendo el corazón de la ciudad, un guardián del tiempo que nos recuerda que, aunque todo cambia, hay símbolos que permanecen y nos unen.

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