Foto: Oscar Sánchez

What To Know

  • En la localidad de Doxey, las parcelas se transforman en un tapiz de cempasúchil, mano de león, nube, besos y girasoles, flores que enmarcan el camino de regreso de los muertos hacia el mundo de los vivos.
  • Durante las semanas previas al Día de Muertos, cientos de productores locales —hombres y mujeres que trabajan desde junio bajo el sol— preparan con esmero los cultivos que darán color a los altares, tumbas y ofrendas del 1 y 2 de noviembre.
  • Aquí, la flor se convierte en símbolo, el trabajo se transforma en ofrenda y el aroma del cempasúchil guía no sólo a las almas, sino también a quienes buscan reconectar con sus raíces.

Con la llegada de las celebraciones por el Día de Muertos, en Tlaxcoapan las flores y sus aromas se hacen presentes, esperando a quienes acudan por ellas.

En Tlaxcoapan, el otoño no sólo anuncia el fin del año agrícola, sino el renacer de una tradición que pinta de tonos dorados y púrpuras los campos del Valle del Mezquital.

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En la localidad de Doxey, las parcelas se transforman en un tapiz de cempasúchil, mano de león, nube, besos y girasoles, flores que enmarcan el camino de regreso de los muertos hacia el mundo de los vivos.

Durante las semanas previas al Día de Muertos, cientos de productores locales —hombres y mujeres que trabajan desde junio bajo el sol— preparan con esmero los cultivos que darán color a los altares, tumbas y ofrendas del 1 y 2 de noviembre.

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En Doxey, los visitantes pueden cortar las flores directamente del campo, vivir una experiencia sensorial única y, al mismo tiempo, apoyar la economía local.

El cerro del Xicuco, testigo ancestral de la región, se alza al fondo de los campos, como guardián de un ritual que une espiritualidad, identidad y tierra. Aquí, la flor se convierte en símbolo, el trabajo se transforma en ofrenda y el aroma del cempasúchil guía no sólo a las almas, sino también a quienes buscan reconectar con sus raíces.

En Tlaxcoapan, la muerte florece y la vida se celebra. Entre el aroma del cempasúchil y la fe que ilumina las tumbas, el pueblo hidalguense demuestra que honrar a los muertos es también una forma de mantener viva la esperanza.

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