Somos lo que leemos, lo que vemos en televisión. Somos lo que comemos, la música que escuchamos. Pero también somos las amigas, las hermanas y las madres, enfatiza la subsecretaria de Desarrollo Político, Bertha Miranda.
Y ella es todo eso: Cheetara de los Thunder Cats, Ana Frank y Regina Villarreal. Es la que disfruta del baile, sobre todo de las cumbias; la contadora y la política. A sus 43 años, la vida no le ha sido fácil, pero dice que la viviría nuevamente, sin cambiar ni una sola cosa de su historia.
Su niñez transcurrió en Huasca, en el campo, al lado de sus padres, Lauro y Josefina, y de sus hermanos, Antonio y Gabriela. Por un problema de salud de Antonio, Bertha asumió el rol de su hermano en el campo, ayudando a su padre en las tareas agrícolas: arar la parcela, montar a caballo, y también defender la tierra forman parte de sus recuerdos.
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Bertha cuenta que proviene de una familia humilde, pero con una fuerte convicción de lucha social. Mujeres como su madre y su tía Bertha la formaron a lo largo de su vida. Además de trabajar en el campo de pequeña, también era la acompañante de su tía, a quien, por cierto, le debe su nombre.
Ella era la líder del pueblo, quien trajo la tienda Conasupo, un molino comunitario y diversos programas. Por ello, Bertha recuerda que, a los cinco años, ya sabía quién era el líder de la Central Campesina Independiente (CCI), Pedro Pérez Dolores, y conocía las oficinas de Reforma Agraria.
Su pasión por la contaduría le impidió estudiar derecho, como deseaba su madre, de quien pensaba solo quería una abogada por los problemas que tenían con otros ejidatarios que intentaban robar sus tierras. Los años pasaron entre diversos trabajos, tras reprobar la preparatoria y no ingresar a la facultad de derecho.
Luego tuvo una oportunidad en el Conafe, donde conoció casos de violencia física y sexual que le marcaron un rumbo. Paralelamente, la vida seguía su curso; ahí conoció al padre de sus dos primeros hijos, quien posteriormente migraría a Estados Unidos y formaría una nueva familia.
Después vino la oportunidad que estructuró su formación feminista al unirse a la Colectiva Feminista Hidalguense y a la Red por los Derechos Sexuales y Reproductivos.
Entonces surgió la necesidad de estudiar derecho para defender a las mujeres, como ella siempre quiso. Ingresar al gabinete del gobierno fue fruto de su trabajo, y participar en el proceso electoral la llevó luego a ocupar la silla de subsecretaria.
Su trabajo le impide estar con sus hijos, ahora cuatro: dos más de un segundo matrimonio que tampoco sobrevivió a su lucha por avanzar en su carrera. Bertha está convencida de que ese no es el precio de la política, sino el precio del machismo.
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Sabe que aún queda mucho camino por recorrer y que las ausencias con sus hijos son para forjar un futuro no solo para ellos, sino también para las nuevas generaciones.
Ella dice ser una mujer de campo, pero no de las que hacen tortillas, porque nunca aprendió, sino de las que guisan pozole y mole verde, de las que prefieren subir cerros que ir al gimnasio. De las que se reconocen en otras y hoy les agradece.
Te recuerdo que si te has preguntado, ¿qué sucede con los políticos y funcionarios cuando se apagan las cámaras, se cierra la puerta de la oficina y llegan a casa?, te invito a leer las historias de vida de los hombres y mujeres que rigen el destino de Hidalgo.
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