What To Know
- En sus esculturas, en sus murales y en su pintura encontramos una fusión entre lo geométrico y lo orgánico, entre lo racional y lo emotivo.
- Su fallecimiento, ocurrido el 27 de octubre de 2009 en la Ciudad de México, dejó un vacío en la plástica nacional, pero también un legado monumental que sigue dialogando con el espacio y con quienes lo recorren.
El arte de Byron Gálvez trasciende el lienzo y desafía las fronteras del museo. En sus esculturas, en sus murales y en su pintura encontramos una fusión entre lo geométrico y lo orgánico, entre lo racional y lo emotivo.
Este año se cumplen 17 años de la partida del maestro Byron Gálvez, un momento que nos ofrece la oportunidad de volver la mirada hacia uno de los artistas más notables que ha dado Hidalgo y, sin exagerar, uno de los más singulares del arte moderno mexicano. Nacido el 28 de octubre de 1941 en Mixquiahuala de Juárez, Gálvez creció entre paisajes áridos y horizontes amplios que, con el tiempo, se transformarían en metáforas visuales dentro de su obra. Su fallecimiento, ocurrido el 27 de octubre de 2009 en la Ciudad de México, dejó un vacío en la plástica nacional, pero también un legado monumental que sigue dialogando con el espacio y con quienes lo recorren.
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Byron fue un creador total: pintor, escultor, grabador y muralista. Su formación en la Escuela Nacional de Artes Plásticas —hoy Facultad de Artes y Diseño— le permitió desarrollar una técnica sólida y un lenguaje propio. Desde joven, su talento fue evidente: el actor y coleccionista Vincent Price adquirió todas las obras de su primera exposición individual en 1964, llamándolo “el Picasso mexicano”. Sin embargo, más allá del reconocimiento, lo que distingue a Gálvez es su profunda conexión con lo humano y con la tierra que lo vio nacer.
Entre sus obras más relevantes destaca el “Homenaje a la Mujer del Mundo”, una monumental losa pictórica de más de 32 mil metros cuadrados, compuesta por alrededor de siete millones de mosaicos que cubren el suelo del Parque Cultural Hidalguense, en Pachuca. Esta pieza no solo es un hito estético, sino también un acto de amor a la mujer y a la humanidad misma. Quien camina sobre ese mosaico no solo observa arte: lo experimenta, lo habita, lo convierte en parte de su propio trayecto.
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El arte de Byron Gálvez trasciende el lienzo y desafía las fronteras del museo. En sus esculturas, en sus murales y en su pintura encontramos una fusión entre lo geométrico y lo orgánico, entre lo racional y lo emotivo. Su obra refleja una sensibilidad moderna, pero anclada en el paisaje interior de México. En ella, el cuerpo humano y el color se entrelazan como símbolos de fuerza, dignidad y belleza.
Hoy, al recordarlo, también vale pensar en el valor turístico y cultural de su legado. En Pachuca, el Parque Cultural Hidalguense se ha convertido en un punto de encuentro entre comunidad, cultura y deporte, donde visitantes nacionales y extranjeros descubren una obra sin parangón. En Mixquiahuala, su lugar de origen, el eco de su historia invita a recorrer los paisajes que inspiraron su mirada.
Visitar Hidalgo a través de los pasos de Byron Gálvez es más que una ruta cultural: es una experiencia estética y emocional. Es reconocer que el arte no solo se contempla, sino que se camina, se siente y se vive. Porque, al final, cada pieza del mosaico de Gálvez nos recuerda que el arte verdadero no pertenece a las paredes de un museo, sino al alma de su pueblo.
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