“La que brinda refugio”; ese fue el nombre que la vida le dio. Ma del Refugio García López, vocal ejecutiva de la Junta Local del INE, conoce bien los giros del destino. Sabe que no se llama Alejandra, como deseaba su padre, ni Yesenia, como hubiera preferido su madre. Aprendió, en cambio, a amar su identidad: esa que, al final, todos vamos construyendo día a día.
Originaria de Tlalnepantla, con raíces en Veracruz y Oaxaca, recuerda su niñez como la única mujer entre seis hermanos. Desde pequeña aprendió que en la vida había que ser ruda. Crecer en una casa llena de varones implicaba no jugar a las muñecas, sino a los carritos y al fútbol. Ese patio de juegos se convirtió en el entrenamiento para lo que más tarde sería su liderazgo.
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Ser mujer también tenía sus privilegios: sus cumpleaños se celebraban en un restaurante, con su comida favorita y el pastel que confiesa sigue siendo su postre preferido.

Enfocada en sobresalir y siempre estudiosa, era considerada la más inteligente de la familia. Ella lo dice con modestia: “era matadita en el estudio”.
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Hay un sueño que Ma del Refugio no ha podido cumplir: ser maestra. En su historia familiar, su abuela materna, Ana María, fue maestra rural, y tal vez por eso, dice, viene su arraigo a esa profesión.
Pero el camino que debía andar no estaba en la docencia. No se enteró de la fecha de la convocatoria para acceder al bachillerato que la llevaría directo a la normal. Su opción fue la abogacía. Fue en esa carrera donde conoció el Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales (COFIPE), y supo entonces que su destino estaba ahí.
Así nació la funcionaria que ha dedicado su vida a la organización de elecciones. Su primer cargo, recuerda, fue como capacitadora electoral, y ahí encontró su vocación. En ese empleo se conjugaban tres cosas que le gustan en la vida: el derecho, la enseñanza y el ejercicio ya que debía caminar para desempeñar su trabajo. Fue, como dice, “el anillo al dedo”.

Pero como todo en la vida, hubo cosas que sacrificar. Una de ellas, fue no haberle dedicado suficiente tiempo a su padre, don José Hipólito García. Él tenía un sueño: viajar en avión. Y aunque ella intentó cumplirlo, su salud se lo impidió. Por eso, ahora, su misión es con su madre: retribuirle a ella lo que en su momento no pudo con su padre.
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Gloria, su madre, vive en el Estado de México pero conserva un fuerte arraigo en Oaxaca. En San Mateo Tlapiltepec tienen unas tierras, herencia de su padre, a las que algún día piensan regresar. La muerte de don Hipólito la lleva clavada en el corazón: apenas había logrado ser directora ejecutiva del Servicio Profesional Electoral cuando él falleció.
Con una carrera consolidada, hoy sueña con una vida sin estrés, sencilla, dando clases en un aula de San Mateo, donde apenas hay una escuela primaria. Pero ahí están sus sueños: en la montaña, junto a su madre y con su padre en el recuerdo. Porque hoy es lo que es, gracias a ellos, asevera.

Posdata: Para quienes se preguntan por qué su nombre, escrito así, todo se debe a que sus padres no se ponían de acuerdo. Alejandra, en ese entonces, era un nombre asociado a mujeres de la vida galante, y Yesenia, el de la protagonista de moda en una telenovela. Ante el registro civil, el desacuerdo lo dirimió la secretaria y, sin más, apareció “Ma del Refugio”.
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