El joven revolucionario que se convirtió en empresario
En Sarkis Mikel Jeitani se cumple aquella frase atribuida a Chavela Vargas: “los mexicanos nacen donde se les da la gana”. Y es que, aunque Sarkis nació en Zgharta, al norte del Líbano, afirma que quien come tortilla, chile y frijoles en México, ya no se va.
En sus recuerdos aparece ese niño, hijo de Miguel Jeitani Marbez y Josephine Jeitani Ahel, que soñaba con ser ingeniero, pero cuyas condiciones en su país no le permitieron cumplirlo. Por eso, hoy su historia es la de un hombre que cruzó fronteras y se reinventó tantas veces como fue necesario.
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Sarkis se crió en Trípoli, ciudad ubicada a 11 kilómetros de Zgharta, donde cursó sus primeros estudios. Sin embargo, las condiciones políticas, religiosas y económicas de su familia le impidieron estudiar la carrera que deseaba, ingeniería civil, en una universidad privada. En la Universidad Nacional del Líbano, dicha carrera no se ofrecía.
Entonces solo tenía dos opciones: elegir otra carrera o salir del país. Sin imaginarlo, su destino estaría en México.

De joven, tenía el anhelo de ser revolucionario, pero a diferencia de muchos, él lo cumplió. Durante su juventud luchó por la causa palestina, que considera una causa de todos los árabes. Su activismo, sin embargo, tuvo consecuencias: fue señalado como “indeseable” por varios gobiernos y no pudo obtener una visa para estudiar fuera de su país. Era comunista.
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El cuarto de cinco hijos, Sarkis vivió su infancia en el seno de una familia de clase media. La guerra civil libanesa, iniciada en 1974, trastocó la vida de todos. Los lazos que sus abuelos habían establecido con México, país donde nació su padre, se convirtieron en el ancla para escapar del conflicto.
Así, en 1974, la familia Jeitani emigró a México. Su abuelo había sido el primero en llegar, asentándose en Morelos. Aunque Sarkis llevaba sangre libanesa, siempre escuchó a su padre hablar con cariño del país que los había acogido. Fue por eso que decidieron venir a México.
Con 24 años, Sarkis y su familia se establecieron en diversas ciudades, como Puebla y Lagos de Moreno, Jalisco. Fue en esta última donde vivió un episodio que hoy recuerda con humor, pero que entonces fue una pesadilla. Al creer que no necesitaría sus documentos escolares para establecerse, no los trajo consigo. Tiempo después, cuando se volvieron necesarios, pidió a un familiar que se los enviara. Por una “pequeña” confusión, los papeles fueron enviados a la ciudad de Lagos… pero de África, no a Lagos de Moreno.

A pesar de haber cursado estudios universitarios en el Líbano, en México tuvo que comenzar desde cero. Empezó en el Instituto Nacional para la Educación de los Adultos (INEA) y continuó hasta el doctorado. Actualmente, cursa dos doctorados: uno en México y otro en España, en gestión pública y ciencias políticas.
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La vida y las oportunidades de trabajo lo llevaron también a otros países, como Italia, donde nació su hija Josephine. Pero el destino volvió a traerlo a México, específicamente a Puebla, donde abrió una fábrica de azulejos. La crisis económica de los años 90 golpeó duro, y el proyecto fracasó. Una vez más, tuvo que reinventarse.
Un buen día, el destino lo trajo hasta Pachuca, ciudad que, dice, ama profundamente. Aquí encontró su presente, su futuro y, como él mismo expresa, su lugar hasta el final de sus días. “Quien toma agua, come tortillas, frijoles y chile en México, no se va jamás”, sentencia.
En Pachuca compró un terreno, comenzó vendiendo tabique, y con trabajo constante levantó un negocio dedicado a la construcción, el desarrollo habitacional y, más adelante, al sector educativo. Es aquí donde busca retribuirle al país un poco de lo que ha recibido: formando ciudadanos comprometidos, preparados y humanos.
Hoy no solo es mexicano por elección, sino también por sangre, al ser hijo de un mexicano-libanés. Pero más allá de eso, dice, es un ser humano con ideales.
Es fundador y presidente del Colegio Libre de Hidalgo, una institución dedicada a la administración pública, que ofrece educación accesible y de calidad.

Hoy se dice pleno. Comparte su vida con su pareja, Anahí, sus hijas Josephine y Jamal, y disfruta de sus nietos. También mantiene lazos con sus tres hermanos que aún viven y con los cientos de Jeitani repartidos por el mundo. Incluso tiene ciudadanía italiana y australiana.
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Sarkis es un hombre discreto, que habla cinco idiomas: árabe, italiano, francés, español y ruso, pero no se mide por los títulos, sino por sus ideales, sus amores y su fe.
Volver al Líbano ya no está en sus planes. Asegura que México le recuerda mucho a su tierra natal, especialmente por sus montañas. Pero su corazón está anclado aquí, no solo por las tortillas, el chile y los frijoles, sino por la bandera tricolor.
P.D. A Sarkis también se le puede conocer a través de sus obras: 24 de ellas, en las que se descubre un pedazo de su corazón.
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