Sandy Franco

A estas alturas de las fases del Universo Cinematográfico de Marvel, hemos visto ya varios intentos por recuperar los números que se llevó con entregas exitosas como Avengers Infinity War y Endgame, difíciles de olvidar y cuya receta también ha sido difícil de repetirse, llevando al estudio a caer en la monotonía y a hacer producciones insípidas.

Marvel no ha sido el mismo desde las épicas batallas de Los Vengadores, lo último de calidad que le vi fueron los primeros experimentos de series como WandaVision, Falcon y el Soldado del Invierno, y la atinada Loki con una segunda temporada decente; hasta ahí quedó lo que conocimos como legendario, lo demás ya son patadas de ahogado.

En plena desesperación para reavivar un universo que necesita recobrar la gloria y sobretodo establecer el terreno para sus siguientes proyectos (unos más en vilo que otros), obviamente tenía que utilizar recursos inimaginables, como traer de vuelta al oscarizado Robert Downey Jr y convertirlo en villano, además de rescatar a Deadpool del vacío del extinto 20th Century Fox.

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Así que, para complacer a los fans, Disney le dio otra oportunidad al irreverente héroe y le dio carta abierta (dentro de las buenas costumbres de la casa de Mickey) para hacer lo que quisiera con su entrada “triunfal” al UCM y tanto Ryan Reynolds como Shawn Levy se decidieron con algo que le sale muy bien a Marvel y que no falla en taquilla: el fanservice.

Refiriéndonos a este término como una forma de complacer a los seguidores trayendo a la historia alguna referencia, cameo, chiste local u homenaje para enriquecer la trama, algo así como el Multiverso de la locura de Steven Strange en 2022 (que ni tan de locura) y los tres Spiderman del meme (más otros villanos) en No way home de 2021.

Con Deadpool y Wolverine es la misma línea, excepto que la cinta se puede tomar más libertades como jugar con el concepto de la cuarta pared, es decir, involucrar al espectador en la trama, como es la costumbre del personaje de Reynolds; pero sin duda es un festín total de agradarle al público que no necesita ser tan profundo, ni seguir una línea del tiempo (como las demás películas del UCM), es una película para pasarla en plena risa y ya.

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La carga fuerte de la cinta es la mancuerna Reynolds-Jackman que se gesta a partir de resucitar a un personaje que ya creíamos muerto, le agregaron cameos de muchos, muchos famosos actores que tuvieron películas en Fox retratando héroes de Marvel y a otros que les prometieron su propia cinta, además de uno que seguramente no le gustó mucho a DC y de tener a la familia completa de Reynolds, bueno hasta Matthew McConaughey sale (pero no les voy a decir en dónde).

Todo esto le salió bien a Reynolds y Levy, incluso tiene uno de los soundtracks que pegan directo a la nostalgia millenial y la taquilla está dejando un buen sabor de boca a Kevin Fiedge y compañía, pero hay que decirlo, a Deadpool y Wolverine le falla la narrativa.

No hay estructura, se siente como si la hubieran sacado de la manga para darnos una película de 2 horas y 8 minutos, se pierde en medio de tanto chiste local, referencias de otros multiversos e incluso en cada uno de los cameos que surgen cada cinco minutos, le sobran como 10 litros de sangre (aunque me digan que es la naturaleza del amigo del traje rojo) y sus villanos (Emma Corin y Matthew McFayden) son algo grises, lástima porque son actorazos que han demostrado calidad en series galardonadas como The Crown y Succession.

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Al final del día, las películas de Marvel tienen una consigna directa que han trabajado a lo largo de los años y eso es que hacen películas para un público que ama a todos y cada uno de los personajes que Stan Lee creó un día, puede que no sean cintas que a la crítica le agraden, pero las audiencias son punto y aparte, para acabar pronto, son quienes pagan los boletos y eso es lo que al cierre de la cadena, importa.

Vean Deadpool y Wolverine como lo que es: una cinta para reír, recordar viejos personajes, revivir canciones y disfrutar de lo que mejor sabe hacer Marvel y eso es complacer y tener contentos a sus fanáticos (al menos a la mayoría). Hasta aquí ¡Corte y queda!

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