Rosaura Sánchez no necesitó subir al podio para convertirse en la protagonista indiscutible de la Carrera del Día del Padre celebrada en la Ciudad del Conocimiento, Hidalgo.

Su historia, marcada por la adversidad, la voluntad y el amor familiar, se convirtió en una verdadera lección de vida para corredores y asistentes.

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Hace apenas unos años, Rosaura enfrentó una serie de eventos devastadores: una pérdida familiar profunda, problemas de hipertensión y un micro derrame cerebral que la dejó en estado crítico. Pasó de estar postrada en una cama a depender de una silla de ruedas. Para muchos, eso habría significado renunciar. Pero Rosaura decidió resistir.

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Gracias a un proceso largo de rehabilitación médica, cuidados constantes y, sobre todo, al amor incondicional de sus hijas y su esposo, inició su camino de recuperación. Y ese camino la llevó, este domingo, a la línea de salida de una carrera que parecía impensable.

Cinco kilómetros. Paso a paso. Subida tras subida. Acompañada por gritos de aliento de personas que ni siquiera la conocían: “¡Sí se puede, Rosaura!”. Y se pudo. En los últimos metros, su esposo la tomó de la mano y juntos cruzaron la meta, entre aplausos, lágrimas y abrazos.

No ganó un trofeo. Ganó la admiración y el respeto de todos. Su tiempo fue simbólico, pero su victoria fue inmensa. Ese domingo, Rosaura Sánchez no sólo corrió una carrera; nos enseñó a no rendirnos, a volver a empezar, a celebrar la vida.

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