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Si algo quedó claro tras el primer discurso de Donald Trump de su segundo mandato como presidente de Estados Unidos es que México será prioridad para su gobierno. El asunto es que, desgraciadamente, las acciones que anunció ayer no mejorarán la relación bilateral, sino todo lo contrario.

Pero vayamos por partes. Quizá lo más grave es que ayer mismo Trump declaró emergencia nacional en la frontera con nuestro país, por lo que de inmediato ordenó el despliegue de militares para detener la inmigración ilegal y reinstauró el programa “Quédate en México”, que obliga a los solicitantes de asilo a esperar en territorio mexicano mientras se resuelven sus casos en Estados Unidos.

La presencia militar en la frontera agravará el acoso y violencia que viven los migrantes que cruzan por los territorios nacional y estadunidense, pero también implicará para nuestro país una presión adicional tanto diplomática como migratoria.

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Las autoridades mexicanas tendrán que gestionar las solicitudes de asilo, lo que generará tensiones sociales y humanitarias en la frontera norte.

Otra medida grave que tiene implicaciones directas para nuestro país es la designación de los cárteles mexicanos como organizaciones terroristas. Esa medida, que parece abstracta, podría implicar acciones unilaterales de EU en nuestro territorio más allá de permitir la operación de la agencia antidrogas (DEA) o de la agencia central de inteligencia (CIA). 

Con esta medida, se abre la puerta a operaciones militares directas en nuestro país. Expertos advierten que Trump podrá justificar incursiones militares para combatir a los cárteles, lo que sería una grave violación a nuestra soberanía.

También se abre la posibilidad para el uso de drones y ataques selectivos, un escenario que sólo hemos visto en Medio Oriente y que hoy podríamos ver en territorio nacional.

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La clasificación de los cárteles como organizaciones terroristas también podría llevar a un mayor intervencionismo de EU en asuntos de seguridad nacional, lo que complicará y tensará la ya de por sí complicada cooperación en la lucha contra el crimen organizado.

Otra afrenta notable del nuevo presidente norteamericano fue la ocurrencia de querer cambiarle el nombre al Golfo de México por el “Golfo de América”, una medida que al principio causó risa, pero que al escucharla ayer en el Capitolio cobró otro significado. Dejó de ser una bravuconada. 

También fue notable que, en su discurso de ayer, el presidente Donald Trump no mencionó la relación comercial con México ni hizo referencia directa al Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC). Lo que sí, es que insistió en su intención de imponer aranceles e impuestos a otros países como parte de su política económica. Habrá que ver si cumple con sus amenazas en próximos días, o si sólo dejó para otra ocasión la orden de imponer aranceles a los productos mexicanos.

Las acciones anunciadas ayer por el presidente Trump afectarán duramente la relación entre Estados Unidos y México. Lo que vienen son días de furia y desafíos, no sólo para el gobierno federal encabezado por Claudia Sheinbaum, sino para los gobiernos estatales en áreas como migración y seguridad. La pregunta es, ¿ya se están preparando?

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