Yazmín Salazar

What To Know

  • Somos en realidad, un complejo ecosistema en el que habitan billones de microorganismos (bacterias, virus, hongos y protozoarios), conocidos en conjunto como microbiota.
  • Además, si el genoma humano contiene entre 20,000 y 25,000 genes codificantes de proteínas, el conjunto de genes de todos los microorganismos que nos habitan suman aproximadamente 3 millones de genes.
  • A través de este eje, existe un constante intercambio de información bidireccional entre el intestino, los microorganismos que lo habitan y el cerebro.

La complejidad del cuerpo humano y la microbiota

El cuerpo humano es mucho más que miles de células ordenadas en tejidos, órganos o sistemas. Somos en realidad, un complejo ecosistema en el que habitan billones de microorganismos (bacterias, virus, hongos y protozoarios), conocidos en conjunto como microbiota. Estos pequeños aliados viven en nuestra piel, intestinos, boca, pulmones e incluso genitales.

Entre sus principales funciones está el mantenimiento de nuestra salud: nos ayudan a la digestión, producen vitaminas esenciales y fortalecen nuestro sistema inmunológico. Básicamente, esta comunidad microscópica influye en nuestra salud física y mental.

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Biodiversidad en nuestro interior

La biodiversidad en nuestro interior es asombrosa. Se han identificado aproximadamente 2000 diferentes especies de microorganismos en los humanos. El intestino es donde existe la mayor variedad, entre 500 y 1000 especies diferentes. En la cavidad oral, contamos con al menos 700 diferentes especies.

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La magnitud de esta comunidad es difícil de dimensionar. Se ha llegado a estimar que, por cada célula humana, podríamos tener hasta tres células de diferentes microorganismos (una proporción de 1:3). Además, si el genoma humano contiene entre 20,000 y 25,000 genes codificantes de proteínas, el conjunto de genes de todos los microorganismos que nos habitan suman aproximadamente 3 millones de genes. Somos más microrganismos, que humanos.

Nuestro segundo cerebro

El intestino es popularmente conocido como el “segundo cerebro”, debido a un canal de comunicación: el eje intestino-cerebro. A través de este eje, existe un constante intercambio de información bidireccional entre el intestino, los microorganismos que lo habitan y el cerebro.

Este circuito está integrado por componentes inmunitarios, endócrinos y neuronales que trasmiten señales. Un desequilibrio en este eje, afecta directamente nuestras funciones cerebrales e intestinales, y se relaciona con trastornos digestivos y neuropsiquiátricos.

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Coevolución: el equilibrio de la vida

Los humanos y una gran cantidad de microorganismos hemos coevolucionado durante millones de años. La relación simbiótica que hemos desarrollado, ha sido benéfica para ambas partes: a los humanos nos brindan beneficios para nuestra salud (ayuda en la digestión, entrenamiento del sistema inmune, fabricación de vitaminas, etc.) y nosotros les proporcionamos un hábitat seguro, alimento variado y un sistema de transporte constante.

La importancia de esta coevolución se refleja en un fino equilibrio: eubiosis es el balance adecuado, diverso y funcional de las comunidades microbianas. Se traduce en salud digestiva, inmunológica y emocional. Por el contrario, la disbiosis es la pérdida de este equilibrio. Se refleja en inflamación crónica, enfermedades digestivas (como colitis, síndrome de intestino irritable), diabetes tipo 2 y, por supuesto, alteraciones del estado de ánimo y trastornos neuropsiquiátricos.

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¿Cómo conservar el equilibrio de mis microorganismos?

Existen diferentes factores que afectan la microbiota y la mayoría están bajo nuestro control: La dieta debe ser balanceada, disminuyendo la ingesta de ultraprocesados, azúcares y grasas saturadas. Lo que comemos es, literalmente, el alimento de nuestros aliados. En cuanto a los medicamentos, el uso indiscriminado de antibióticos y otros medicamentos puede desequilibrar las comunidades bacterianas. El sedentarismo, tabaquismo, el alcohol, estrés crónico y la falta de sueño influyen negativamente en nuestra salud interna.

Ahora que sabemos …

Podemos entender que cuando hablamos de salud humana, también hablamos de la salud y estabilidad de nuestra microbiota. Cuidarla implica adoptar hábitos saludables para nuestros microcosmos, no solo como individuos. Por último, la invitación a reflexionar sobre nuestra alimentación: ¿Estamos nutriendo a nuestros aliados, o los estamos perjudicando?

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