Se fugó el meme, recorrió redes sociales y estados en Whatsapp. Era muy gracioso, sí. En un contexto de guerra, en el que muchos no podemos más que ver de lejos cómo nos atraviesan las decisiones ajenas tomadas en grandes salas de convenciones, reírnos de nuestra situación es básicamente una decisión sabia para no caer en la desesperanza.

Desde que Estados Unidos no sólo hizo insinuaciones sobre su apoyo a Israel, sino que mandó bombas directo a Irán en apoyo, los mexicanos sentimos de cerca la guerra, tuvimos miedo de que la respuesta iraní tocara a nuestra puerta. Como no somos potencia bélica ni nuclear, los memes vinieron a salvarnos.

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La imagen fue tomada del Servicio Meteorológico Nacional y mostraba la nubosidad que nos ha cubierto las últimas semanas debido a los diversos temporales de lluvias; el texto reza: “Si pdds no somos en México. Ya llevamos semanas camuflajeándonos”.**

En primera, hay que decir que camuflajear no existe, lo inventó Arjona. Un día dijo “mándame un sí camuflajeado” y cuando la canción se hizo famosísima, medio Latinoamérica quedó afectada y empezó a conjugar mal el verbo. En realidad el verbo es camuflar y en dado caso el meme debería decir “llevamos semanas camuflados”. Pero si seguimos la línea, recordemos que tener un huracán tocando Oaxaca y Guerrero, mientras se formaba otra depresión tropical en la región, no es para nada coincidencia, y sí, la guerra y sus efectos no nos están camuflando, nos están afectando directamente. Quizá no nos llegue un misil, pero sí sus consecuencias indirectas.

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A partir de la fabricación de armas ya existe un impacto ambiental inminente, pero cuando estas armas y misiles son utilizados en campo y esparcen todos estos químicos tóxicos sobre la tierra, no hay marcha atrás a sus efectos. La organización Climate Focus calcula que tan sólo en el primer año de la guerra entre Rusia y Ucrania pudo haberse incrementado a unas 120 millones de toneladas el efecto invernadero.

Si nos vamos a Gaza, la cosa se complica más, porque esa guerra no comenzó el 7 de octubre de 2023, hay décadas de ocupación y destrucción, incluso aunque la Convención de Ginebra prohíbe el uso de métodos militares que causen daños graves y duraderos en tierra, agua y aire, el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) ha registrado 39 millones de toneladas de escombros contaminados con sustancias peligrosas como el amianto y la mayoría de municiones israelíes expanden metales pesados, así como material explosivo, lo que haría extremadamente difícil revivir el campo en territorio palestino en un futuro.

Los conflictos armados en Latinoamérica y África, así como las guerras en Europa del Este y el Medio Oriente, no hacen sino apresurar el declive climático que ya teníamos en la puerta y que nos estaba costando mucho resarcir, mientras muchos países reducen presupuesto para atender incendios forestales –y ya vimos cómo le fue con eso a Argentina y Canadá en 2024 y 2025–, y por el contrario, prefieren hacer como que atienden los daños de los fenómenos climatológicos como huracanes, sequías, olas de calor e inundaciones que, como ya dijimos, en nada nos camuflan y en todo nos afecta.

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Aún con todo esto, el miércoles la OTAN celebraba en La Haya el haber alcanzado un incremento en la inversión al gasto militar; los países involucrados destinarán 5 por ciento de su PIB anual, incluso con la negativa de España y Bélgica, que señalaron dificultades presupuestarias, a quienes no tardó en llegarles una amenaza de Trump. Así, el magnate y presidente estadounidense suma un nuevo éxito bélico que le regresa el alma al cuerpo a su industria armamentista, y Alemania seguro se sentirá aliviada también (guiño, guiño).

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