El caso del estudiante Manuel Martínez, de la Universidad Politécnica de Tulancingo (UPT), ha conmocionado a la comunidad universitaria y abierto un debate profundo sobre el acoso, el silencio institucional y los límites del aguante.

El joven de 21 años, quien fue grabado golpeando a un profesor dentro del aula, rompió el silencio y aseguró que el docente Ángel Ramírez, a quien agredió, lo acosaba psicológica y sexualmente, lo amenazaba y lo humillaba de manera reiterada.El profesor se acercaba y me tocaba los hombros, me decía: ‘qué espaldota, qué brazos tienes’, relató en una entrevista. Asegura que lo que comenzó como burlas escaló hasta convertirse en un patrón de acoso físico, verbal y emocional.

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“Fue una constante burla, amenazas, bullying, acoso, incluso acoso sexual”, declaró. Afirma que denunció la situación ante las autoridades de la UPT, sin recibir respuesta. Nunca fui escuchado, nunca me brindaron ayuda”.

Martínez también presentó una denuncia formal ante la Procuraduría General de Justicia del Estado de Hidalgo (PGJEH) por el presunto delito de violencia familiar equiparada, mientras que el profesor hizo lo propio. Como parte del proceso legal, la Procuraduría ordenó dictámenes psicológicos para ambas partes.

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La Secretaría de Educación Pública de Hidalgo (SEPH) informó que ya se abrió una investigación sobre el caso, y la universidad confirmó que el profesor fue separado temporalmente de su cargo. Mientras tanto, Manuel fue turnado al Consejo Escolar, en espera de una resolución académica.

El joven, quien también impartía un taller de defensa personal en la universidad, relató que ese día fue provocado nuevamente por el profesor en el salón, tras meses de burlas y exclusión. “Me decía: ‘Manuel, tú cállate’, ‘quién quiera hablar, excepto Manuel’… Imagínese aguantar eso seis meses”, expresó. Asegura que en el momento de la agresión ya se encontraba emocionalmente roto:Me salieron lágrimas. Me sentía triste. Yo no conocía la depresión hasta este momento”.

Desde los 10 años practica artes marciales, disciplina que, afirma, le enseñó el control emocional. Sin embargo, la falta de atención institucional y el acoso constante lo llevaron al límite. “Sé que no fue la forma correcta, lo acepto, pero ¿dónde está la justicia para mí y esos daños mentales?”.

Después de los hechos, Manuel Martínez, relata que al menos ocho administrativos de la UPT no le permitían retirarse junto a su hermana, por lo que tuvieron que salir resguardados.

Paro estudiantil

A raíz de este caso, un grupo de estudiantes convocó a un paro estudiantil el lunes 4 de agosto, con el lema “El silencio también cansa”. Exigen que la universidad atienda con seriedad los casos de acoso, hostigamiento y violencia docente, que, según afirman, han sido ignorados o minimizados por las autoridades.

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No más silencio, no más abusos, fue el llamado que hicieron a través de redes sociales. Aseguran que la protesta no busca confrontación, sino que es una exigencia legítima por espacios seguros, justicia y mecanismos eficaces de denuncia.

El paro incluirá el cierre pacífico de accesos a la universidad y será respaldado por alumnas y alumnos que también han vivido situaciones de violencia. El caso de Manuel ha servido como catalizador para que más estudiantes se atrevan a contar lo que han callado por miedo o desinterés institucional.

A la espera de resoluciones legales y académicas, el caso permanece en investigación, pero ya dejó un mensaje claro: el silencio institucional tiene consecuencias, y los estudiantes están dispuestos a alzar la voz, incluso cuando hacerlo implique poner en riesgo su futuro.

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