Dinorath MotaDinorath Mota

La vida no solo nos coloca en el lugar que nos corresponde, también nos traza el camino que habremos de seguir. Así fue como, a los cinco años, el destino de Francisco Martínezhoy director de la Policía Industrial Bancaria— ya estaba marcado. Quizá sin saberlo, su abuelo lo llamaba con amor “Lic”, y con el tiempo entendió que debía honrar ese cariño convirtiéndose en licenciado.

Más adelante, nuevamente la vida y el destino se cruzaron en su camino: había dos opciones, dedicarse a la cultura o abrazar la carrera policial. Eligió la segunda. Y el resto es historia: cuatro décadas en el servicio público, entregado a la seguridad.

Francisco MartínezPaco, para los amigos— es originario del municipio de Tepetitlán. Es el cuarto de seis hermanos. Sus padres, Francisco Martínez Cerón y María Gómez Lozano, le inculcaron los principios que hasta hoy lo rigen: el compromiso, la lealtad, la responsabilidad y el trabajo.

Fue en esa región donde cursó sus primeros estudios, pero a los 11 años sus padres tomaron una decisión que cambiaría su vida: enviarlo a la Ciudad de México para continuar su formación. Aunque fue difícil para él, comprendió que sus padres buscaban darle una oportunidad distinta, que ampliara su visión de la vida.

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Instalado en Iztapalapa, en casa de una tía, cursó la secundaria en la Escuela Federal número 22. Vivir en la capital no fue fácil, pero le dio herramientas que le servirían para toda la vida: desde aprender a ser autosuficiente hasta conocer personas que dejaron huella. Recuerda que compartió esa etapa con dos primos, uno mayor y otro menor, como una especie de escalera generacional. Los tres vivieron no solo una etapa de estudios, sino también de hermandad.

Foto: Dinorath Mota

Pero todo cambia. El destino, cuenta, lo obligó a regresar a Hidalgo tras la pérdida de su hermano menor, de apenas 14 años, quien también había llegado a la capital para estudiar la secundaria. Un fatídico accidente le arrebató la vida. Francisco, con apenas 17 años, tuvo que reconocer el cuerpo, realizar los trámites y dar la noticia a sus padres. Es, dice, uno de los capítulos más dolorosos de su vida.

De regreso en Hidalgo, continuó sus estudios en la Universidad Autónoma del Estado, donde eligió la carrera de Administración. Aunque en ese momento no era muy popular, considera que fue una de sus mejores decisiones, pues así cumplió también el sueño de su abuelo: convertirse en licenciado.

En la universidad pudo aplicar los conocimientos adquiridos en la Ciudad de México, lo que le permitió titularse de forma automática, algo que solo lograron cuatro de sus compañeros. Durante esa etapa, vivió en una casa de asistencia con 14 jóvenes más, provenientes de distintas regiones del estado.

A la distancia, ve con orgullo cómo muchos de esos compañeros también alcanzaron sus metas: algunos son doctores, otros han incursionado en la administración pública y han llegado a ser presidentes municipales. En su caso, recuerda que en 1985 tomó la decisión que marcaría su destino: en la administración pública había dos plazas disponibles, una en la biblioteca y otra en la Dirección de Seguridad Pública y Tránsito del Estado. Eligió la policía.

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Con los años ha aprendido no solo a querer, sino a respetar profundamente esta profesión, que considera incomprendida. “A veces la gente ve a un policía durmiendo en su patrulla, pero no sabe si lleva más de 72 horas sin descanso”, comenta.

En su historia, las pérdidas volvieron a presentarse. A la de su hermano y su abuelo se sumó la de su hija adolescente, quien falleció en un accidente automovilístico en el bulevar Colosio. “Fue un golpe muy profundo que nos dejó marcados”, confiesa.

Foto: Dinorath Mota

Y así pasaron los días y los años. Hoy, dice con orgullo, es padre de Francisco y Gerardo, y también abuelo. Sus nietos le han devuelto la alegría. Aunque reconoce que aún hay sueños por cumplir, uno de ellos ya se materializó. Si bien no logró ser presidente municipal de Chapantongo, la tierra de su esposa, en 2020 encabezó el Consejo de Administración Municipal. Fueron 105 días que le dieron la oportunidad de dejar huella y trabajar por un mejor lugar para vivir.

Francisco se considera una persona agradecida con Dios. Entre sus recuerdos más valiosos está la oportunidad de haber cuidado a su padre durante su enfermedad. “Tal vez algunos no lo entiendan, pero para mí fue algo bueno, algo que agradezco profundamente”.

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Con la serenidad de quien ha vivido de todo, concluye: “La vida sigue, con dolores, pero también con muchas satisfacciones”.

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