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Andar en bicicleta por cualquier ciudad en México es una actividad de alto riesgo, a pesar de que existe un marco legal que en teoría protege al ciclista y fomenta el uso de un medio de traslado sustentable.

Ejemplos de muertes de ciclistas que se atrevieron a circular por calles o carreteras sobran, pero un último caso nos recuerda el terrible rezago en materia de cultura y seguridad vial que padecemos en México.

Se trata de Froylan, un repartidor de comida que el pasado 12 de marzo pedaleaba sobre el bulevar Luis Donaldo Colosio cuando fue atropellado por, al parecer, un camión o “unidad pesada”.

No se sabe quién lo atropelló, porque parece que nadie vio al asesino. Tampoco han servido de nada las miles de cámaras que hay diseminadas por todo Pachuca para encontrarlo, así que seguiremos que las autoridades ubiquen al responsable, quien huyó después del percance.

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La indignación por el asesinato de otro ciclista más motivó a varios grupos de ciclistas de Pachuca a organizar una rodada en memoria de Froylan, quien trabajaba en uno de esos oficios que hoy son tan populares, gracias a la tecnología de las aplicaciones móviles, pero también por la falta de opciones de empleos formales.

Los activistas-ciclistas clamaron la noche del pasado jueves 13 de marzo: “No es una bicicleta, es una vida”. Igual exigieron justicia, pues como sucede en estos casos, no hay nadie que pague por la muerte del repartidor.

También pidieron atención para que no se vuelva a repetir otra muerte como la de Froylán. En específico pidieron a la alcaldía de Pachuca que refuerce la seguridad de los ciclistas y que haga algo por impulsar esta opción sustentable de movilidad, pues la administración actual, encabezada por el morenista Jorge Reyes, tiene el asunto olvidado.

Tienen razón, no hay planes a la vista para ampliar la incipiente red de ciclovías. Ni siquiera se ve un programa para rescatar la infraestructura existente, que hoy está en decadencia. No sólo porque está invadida de puestos de lo que sea, motos, e incluso coches que se estacionan, sino que tampoco se ve la intención de darle una manita de gato.

Lejos de promover el uso de la bicicleta, el programa dominical para cerrar el paso vehicular por la avenida Revolución los domingos fue reducido por presión de los comerciantes.

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O sea, no hay seguridad, ni incentivos para usar la bicicleta. Al contrario, los ciclistas tienen que pensar dos o más veces antes de circular por las calles y arriesgar el pellejo.

No es un problema exclusivo de las autoridades, el automovilista tampoco coopera e incluso tampoco el ciclista, que muy frecuentemente olvida usar casco y circula arriba de las banquetas arriesgando al peatón.

El futuro de la movilidad sustentable es incierto, y no se ve que vaya a mejorar, por mucho que las leyes dizque protejan al ciclista y que pongan sus derechos por encima de los automovilistas. En la práctica, ese escenario simplemente no existe. 

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