Una vez en marcha el actual mega proceso electoral, es necesario hacer un alto en el camino y pensar qué es lo que está ocurriendo y qué es lo que viene. Por principio de cuentas, hay que considerar que la batalla irá subiendo de intensidad, pues apenas estamos viendo los primeros combates en la arena pública.
En Hidalgo ya están en curso tres procesos electorales de manera simultánea: el presidencial; el de la renovación del Congreso de la Unión; y ahora se suma la justa por la Cámara de Diputados local, que comenzó el pasado domingo.
Algo que salta a la vista en los albores de este mega proceso es la saturación de mensajes políticos.
Una de las razones de haber aprobado la concurrencia en pasadas reformas políticas ha sido evitar someter a la ciudadanía a elecciones cada año, para evitar precisamente la saturación. Pero al ver en la práctica el empate de elecciones, se percibe la indigestión ciudadana ante la avalancha de mensajes políticos.
Otro síntoma que se aprecia en esta etapa de campañas es la confusión: es tal el número de cargos públicos en juego que el electorado tiende a mostrar apatía ante lo que no entiende. El meter a una misma bolsa la elección de la presidencia de la república, con la de legisladores federales y locales, además de la batalla que viene por las alcaldías quizá pueda resultar contraproducente en cuanto a la participación e interés de la ciudadanía.
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Otro fenómeno visible en estas elecciones es la variopinta formación de bloques políticos. En general, podemos diferenciar tres grandes corrientes: la que gira alrededor de que continúe el régimen y oferta política que encabeza el presidente López Obrador; la que busca regresar a lo que había antes de la 4T y la que intenta ubicarse como la tercera vía encabezada por Movimiento Ciudadano.
En la entidad la primera de ellas quedó fragmentada en tres: los morenistas y sus aliados de Nueva Alianza, el Partido del Trabajo, y el Verde Ecologista de México, cada uno con su equipo de aspirantes que a su vez responden a los nuevos grupos de poder locales.
Esto podría derivar en que el voto que simpatiza con la 4T se fragmente, escenario que argumentan, beneficiaría la idea de lograr el Plan C, que no es otra cosa que alcanzar la mayoría calificada en el Congreso federal para aprobar las reformas obradoristas que han quedado truncas.
En el otro bando, conocido coloquialmente como PRIAN, la confluencia de aspirantes de los partidos que conforman el bloque ha dado como resultado un grupo poco consistente que parece perdido en su oferta política y que navega dando tumbos ideológicos.
Y en Movimiento Ciudadano las cosas no están mejor: amarrados a una oferta políticamente supuestamente joven, se han perdido entre los tenis fosfo fosfo y un candidato presidencial que no termina de convencer ni siquiera a sus huestes.
El tamaño de la elección y el torbellino de mensajes están causando indigestión ciudadana, que no parece muy atenta a lo que ofrecen los miles de aspirantes a puestos de elección popular que estarán en juego el próximo 2 de junio.
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