De las máscaras al Mainstream
La lucha libre mexicana no es solo un deporte, es cultura y espectáculo que ha sabido colarse en todos los rincones de nuestra vida: desde la televisión hasta el cine, pasando por revistas e historietas. Y ahora, con la compra de la AAA por la WWE en abril de 2025, parece que la cosa se va a poner intensa.
Vamos a darle un repaso a cómo la lucha libre ha sido un activo en los medios y qué puede significar este nuevo capítulo, espero no falte nada.
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La lucha lleva más de un siglo siendo parte de nuestra identidad, desde que las tropas francesas trajeron la lucha grecorromana en el siglo XIX y luego se mezcló con el jiu-jitsu japonés y el wrestling gabacho en carpas y plazas de toros.
En los años 30 cuando se fundó el CMLL (Consejo Mundial de Lucha Libre) y, más tarde, en 1992, la AAA (Asistencia, Asesoría y Administración), creada por el visionario Antonio Peña. Desde entonces, la lucha libre se convirtió en un fenómeno que no solo llenaba arenas, sino que también conquistó muchos hogares de México.
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La televisión sirvió como el primer gran ring. En los años 50, las transmisiones de luchas en blanco y negro empezaron a pegar en el México de esa época. Mi papá me ha platicado más de una vez que, en la sala de las casas pudientes de la época, se reunían para ver las míticas peleas y los vecinos, que a lo mucho tenía radio, pagaban hasta 50 centavos porque los dejaran ver, y para los 90, la AAA ya tenía su espacio en cadenas nacionales y había teles hasta en lugares donde no llegaba la señal.
Entre paréntesis, en los años 80, mi tío Moisés que trabajaba en el estadio Azteca, nos llevaba a ver luchas al Pavillón, que si no mal recuerdo estaba frente a las instalaciones del coloso. Ahí participaban jóvenes promesas que triunfarían después con otros nombres, junto a figuras consagradas como Santo, Blue Demon, Lizmark, Tinieblas, Mil Máscaras y otros de renombre como Canek, Dos Caras, Piratas Morgan, Ultraman, El Solitario y Fishman, entre muchos otros, es decir una etapa prolífica en la consecución de este deporte.
Hoy, aunque la TV sigue siendo importante, el internet y las redes sociales son el nuevo escenario. La AAA, por ejemplo, transmite sus eventos en Space y Multimedios, y hasta en plataformas como FITE TV para los PPV. La WWE, con su WWE Network, también innovó al ofrecer un catálogo inmenso de luchas, algo que los fans hardcore agradecen.
Si hablamos de cine, la lucha libre mexicana es una leyenda. En los 50 y 60, el cine de luchadores fue una fiebre: películas como Santo contra los Zombies o Blue Demon contra las Invasoras eran puro oro, ya ni mencionar a Santo contra las Mujeres Vampiro que se convirtió en una película de culto. El Santo, el Enmascarado de Plata, nativo del estado de Hidalgo, se convirtió en un ícono no solo del ring, sino de la pantalla grande, peleando contra vampiros, momias y hasta extraterrestres.
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Estas películas no solo eran entretenimiento, también mostraban la mexicanidad: comedia, tragedia, terror y hasta un toque de espiritualidad. Según estudios del MODO (Museo del Objeto del Objeto), la lucha libre en el cine “ayudó a que las máscaras se convirtieran en un símbolo tan poderoso como el águila del escudo nacional” (sic).
Aunque la época dorada del cine de luchadores quedó atrás, la influencia sigue. Películas modernas como Nacho Libre (2006) o cameos de luchadores en series y documentales en Netflix mantienen viva a la maroma. Con la compra de la AAA, no sería raro ver a luchadores como El Hijo del Vikingo, El Patrón, Psycho Clown, Laredo Kid, y Octagón Jr. en producciones de Netflix, ahora que la WWE tiene un trato exclusivo con la plataforma.
Las revistas y las historietas fueron otro pilar de la lucha libre. Publicaciones como Box y Lucha (que lleva más de 60 años) y Luchas 2000 eran referentes de los aficionados, con portadas llenas de máscaras y reportajes que hacían soñar a los más jóvenes.
Pero las historietas, esas sí que pegaron duro, al igual que los álbumes de estampitas de baja calidad que vendían en las papelerías que estaban cerca de las escuelas, como “Casa Martha” ubicada en la siguiente calle de la “tres veces H” escuela Ignacio Zaragoza de Pachuca.
Santo, el Enmascarado de Plata, con los fotomontajes de José G. Cruz, vendía miles de ejemplares en los 50 y 60. También estaban Huracán Ramírez y Blue Demon, que llevaban las hazañas del ring a viñetas llenas de acción.
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En los últimos años, las historietas de luchadores han tenido un importante resurgimiento. El Luchaverse de Masked Republic y Chido Comics ha llevado a luchadores como Rey Fénix y Penta Zero Miedo a los cómics gringos, ganándose fans en el extranjero. Artistas como Jesús Antonio Hernández, un veterano del género, dicen que, aunque no hay una industria mexicana fuerte que apueste por estos cómics, el amor por la lucha libre sigue impulsando proyectos individuales que son exitosos.
Y hace unos días, el bombazo, justo antes de WrestleMania 41, la WWE anunció la compra de la AAA, una movida que muchos ven como histórica. La AAA, fundada por Antonio Peña en 1992, ha sido cuna de leyendas como La Parka, Psicosis, Rey Mysterio y, más recientemente, El Hijo del Vikingo. Con su estilo extremo, gimmicks extravagantes y hasta un ring hexagonal, la AAA siempre ha sido sinónimo de innovación.
La WWE, bajo el paraguas de TKO Group Holdings, quiere hacer de la AAA el destino principal de la lucha libre en México, y ya anunciaron un evento conjunto, Worlds Collide, para el 7 de junio de 2025 en Los Ángeles, donde luchadores de AAA y NXT lucharán sin piedad.
La compra de la AAA puede ser el empujón que la lucha libre mexicana necesita para brillar en el escenario global. Con el respaldo de la WWE, luchadores como Penta Zero Miedo, Rey Fénix o Stephanie Vaquer podrían llegar a audiencias más grandes, y quién sabe, tal vez veamos un resurgimiento del cine de luchadores o nuevas historietas con estas figuras. Pero también hay que cuidar que no se pierda la esencia: las máscaras, los lances y el alma que hacen única a nuestra lucha libre.
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La “maroma” mexicana siempre ha sido más que un deporte; es un reflejo de quiénes somos. Desde las revistas que hojeábamos de niños, hasta las películas que nos emocionaban en el Cine Auditorio, han sabido adaptarse y seguir vigentes. Con la experiencia y éxito de la WWE, el 2025 pinta para ser un año memorable en el deporte del pancracio.
Esta columna es dedicada a mi amigo Alejandro Reyes, crítico, periodista, seguidor y analista de lucha libre, quien me sugirió el tema.
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