Hay caminos que son decisiones y otros que son destino; pero también hay un punto donde ambos se encuentran, y es entonces cuando surge una nueva oportunidad. Una que Katya Gabriela Hernández, directora general del Instituto Hidalguense de las Mujeres, encontró y tomó. Aunque está consciente de que su trayecto aún tiene mucho por andar.
Katya es la menor de tres hermanas, Adriana y Lorena. La pequeña y la consentida, pero también la solitaria. Más tarde, sería la funcionaria. Se recuerda desde niña con una sensibilidad especial hacia los animales, por lo que soñaba con ser veterinaria, aunque pronto entendió que no estaba preparada para asumir el dolor de esos pequeños seres. Desistió de ese propósito.
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Entonces el camino la llevó, a los 15 años, a conocer el mundo de la espiritualidad. Recuerda que su padre, Tomás, acostumbraba escuchar un programa de radio sobre naturismo y filosofía. Ahí descubriría lo que se convertiría en una de sus grandes pasiones.
Amante del reiki, las flores de Bach, la energía cuántica y los registros akáshicos, Katya pensaba dedicarse de lleno a esta actividad. Sin embargo, por ahora solo la practica para sí misma, como una herramienta de equilibrio personal.
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En ese mismo trayecto, que ella define como parte del destino, se cruzó la psicología. Con un propósito claro de convertirse en terapeuta, la sincronía hizo su parte, por lo que comenzó a formarse en talleres de acompañamiento emocional.
Fue entonces cuando conoció a figuras clave que marcarían su camino. Ahí perdió el miedo a hablar en público y descubrió habilidades que no sabía que tenía. Tras concluir su carrera en la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, comenzó a trabajar en la Secretaría de Salud.
Posteriormente se integró a la campaña política del hoy gobernador Julio Menchaca, participando como regidora juvenil en la planilla del entonces aspirante a la alcaldía.
En 2018, la vida le dio un giro. Comenzó a trabajar en un kínder y maternal como apoyo psicológico. La pandemia, como a millones, le cambió la vida: se trasladó a Querétaro, donde vivía su familia. Ahí, durante un año, vivió otro punto de inflexión.
Después de tocar muchas puertas sin respuesta, recibió una llamada de Tania Meza, quien la invitó a incorporarse como directora en el Consejo Municipal de Mujeres. Fue su primer acercamiento formal como funcionaria. Más tarde, regresó a Querétaro y, con el tiempo, volvió a Hidalgo para sumarse a la campaña a la gubernatura.
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Katya también conoció el activismo a través de la Red de Derechos Sexuales y Reproductivos. Pero hay algo que siempre ha estado presente en su vida: la espiritualidad. Esa, dice, la ha salvado muchas veces. Ha buscado en sus ancestros y en su árbol genealógico aquello que debe sanar para poder avanzar.
Fiel creyente de Dios y del universo como energía, busca mantenerse sana, atender su mente y su cuerpo. Pero también sabe que hay algo más. Y a los ángeles, al universo, recurre cuando ya ha hecho todo lo que está en sus manos.
Katya Hernández dice que ser soltera, por ahora, es una ventaja, pues le permite enfocarse en su trabajo sin distracciones. Llega a casa y encuentra refugio en su mundo espiritual, acompañada de su gato Celin.
Sobre el futuro, tiene claridad: se ve desarrollando un proyecto de sanación espiritual y emocional, compartiéndolo con más personas, incluso con la idea de abrir una clínica y seguir trabajando por las mujeres. Desde esa perspectiva, busca también plenitud personal. Por ahora, se dice agradecida con la vida, con su familia, y está convencida de que para servir primero hay que estar bien, y sentirse bien. Y eso, afirma, es algo que hay que cuidar todos los días.
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