Umberto MenesesEL CODIGO HUMANO


El hombre inventó la bomba atómica, pero ningún ratón en el mundo construirá una trampa para ratones” – A. Einstein.

El hombre común, el ciudadano de a pie, aquel que en su cotidianidad está más preocupado por el horario del metro que por las profundas reflexiones que esta vida permite, al igual que el resto de nosotros, rara vez contempla estas cuestiones; pues damos por sentado, con seguridad, que ocupamos la cúspide evolutiva, que por alguna razón hemos sido designados los herederos de la inteligencia suprema sobre la faz de la Tierra.

Supremacía en entredicho.

Los primates arrogantes, van de aquí para allá, jactándose de su supremacía, incluso creyéndose más inteligentes unos a otros. Sí, aquellos que hacen poesía, música, arte, quienes escriben libros, educan a los más jóvenes, inventan y resuelven problemas, los que tienen “conciencia” de aspectos que no son evidentes para otras especies. Ellos, sofisticados en preparar su comida, creativos en el apareamiento, creadores de sociedades y leyes para asegurar el buen funcionamiento de estas. La lista es larga.

Aja, pero, son los mismos que contaminan el aire que respiran, el agua que necesitan, que en su gran capacidad ven como, un sueño alcanzable, convertir otros planetas en tierras habitables en lugar de convertir este planeta que ya tenemos en una tierra habitable nuevamente.

SIGUE LEYENDO: El Caos Nuestro de Cada Día

Sí, son los mismos que creen en ángeles y en visitas de seres extraterrestres, “jejeje”. Si tal fuera el caso, la superioridad de estos “seres” les impediría hacer contacto con estos primates “inteligentes”, de la misma manera que estos primates ignorarían a una cucaracha, sin intentar comunicarse o interactuar con ella, sino más bien, eliminarla.

Pensemos por un momento…

Neta, ¿de dónde sacamos que la raza humana es una raza de inteligencia superior? Nuestro pariente más cercano, evolutivamente, es el chimpancé, sí, ese que en los zoológicos está en jaulas y en los laboratorios aprende a distinguir formas y patrones simples. El ADN de este primo cercano es diferente solo por un 1.6% comparado con nuestro propio ADN (Neil deGrasse Tyson).

Somos unos primates con algo de suerte.

Somos un mono muy espacial y tecnológico, pero aun así tenemos que orinar (Desmond Morris – El Mono Desnudo). Lo que me hace pensar, ¿qué sería si una raza tuviese un 2 o 3% mejor de diferencia con nosotros? ¡Vaya! Volviendo al ejemplo de la cucaracha, ni nos considerarían.

Las repercusiones de esta arrogancia son palpables y multifacéticas.

Desde la sexta extinción masiva, impulsada por la actividad humana, hasta la crisis climática que amenaza con cambiar irrevocablemente el equilibrio de la vida en la Tierra, los costos de la autoproclamada supremacía humana son elevados. La contaminación de los océanos, la deforestación y la pérdida de biodiversidad no solo representan fallos éticos hacia otras formas de vida, sino también una amenaza existencial para la humanidad misma.

Hacia la humildad

Reconocer las limitaciones de nuestra inteligencia y el impacto de nuestras acciones es el primer paso hacia la humildad. La verdadera inteligencia reside en la capacidad de aprender no solo de nuestros éxitos, sino también de nuestros errores, y en la voluntad de adaptar nuestras prácticas en consecuencia. Esto implica redefinir el progreso no como una carrera hacia la conquista tecnológica, sino como un esfuerzo colectivo hacia la sostenibilidad, la equidad y el respeto por la interconexión de toda la vida.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *