“Viajar al corazón rural de Hidalgo puede convertirse, para muchos, en una forma de redescubrir México desde sus raíces más profundas…”
En una época donde la velocidad del mundo digital y el estrés urbano parecen devorarlo todo, el turismo rural emerge como una respuesta que conecta al viajero con lo esencial: la naturaleza, la cultura viva y el rostro humano de los territorios. Se trata de una modalidad de turismo que se desarrolla en espacios rurales, con baja densidad de población, en donde las actividades productivas tradicionales —como la agricultura, la ganadería, la cocina local y la artesanía— son parte integral de la experiencia. Es una forma de viajar que valora lo auténtico, impulsa economías locales y promueve la conservación del entorno.
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En este contexto, Hidalgo tiene un potencial enorme. Su diversidad geográfica y cultural es uno de sus mayores activos: desde las montañas del Corredor de la Montaña, pasando por las zonas semidesérticas del Valle del Mezquital, hasta las regiones húmedas de la Huasteca. Cada región guarda saberes, sabores y paisajes que no solo pueden atraer a turistas, sino también ofrecer formas sostenibles de desarrollo para las comunidades.
Ejemplos concretos ya existen. El municipio de Acaxochitlán ha desarrollado rutas etnobotánicas donde los visitantes aprenden sobre plantas medicinales de la mano de sabios tradicionales. En Huasca de Ocampo, además de los Prismas Basálticos, este mágico lugar ofrece experiencias fantásticas como el Taller del Alfarero. En Metepec, a través de la agencia Tiempo Libre, se puede conocer las comunidades y vivir sus experiencias contadas por los mismos habitantes.
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Sin embargo, el turismo rural también enfrenta retos importantes. Uno de ellos es la falta de infraestructura adecuada, tanto en caminos como en servicios básicos. También está la capacitación de los prestadores de servicios para ofrecer experiencias de calidad sin perder autenticidad. Y no menos importante: el riesgo de que el turismo masivo rompa el equilibrio social y ambiental de estas comunidades si no se maneja con una visión sostenible y participativa.
A pesar de ello, las oportunidades superan a los desafíos. El turismo rural puede convertirse en una palanca poderosa para revalorizar la cultura campesina e indígena, generar empleo local, evitar la migración forzada y conservar los ecosistemas. Pero para lograrlo, se necesita un trabajo articulado entre comunidades, gobiernos locales y estatales, así como apoyo en promoción, financiamiento y acompañamiento técnico.
Al comprar de la mano de los artesanos, comer en sus cocinas, e incluso vivir la experiencia de recolectar tus propias flores de Cempasúchil en Doxey para Todos Santos o en junio Girasoles en Tula; son experiencias llenas de magia que todas las personas deberían de vivir, sobre todo en familia y de la mano de los niños, quienes seguramente serán los más encantados.
En Hidalgo, apostar por el turismo rural no solo es posible: es necesario. Porque en sus pueblos, caminos, sabores y saberes está la semilla de un desarrollo con rostro humano, que respeta y celebra lo que somos. Viajar al corazón rural de Hidalgo puede convertirse, para muchos, en una forma de redescubrir México desde sus raíces más profundas.
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