En las últimas semanas, en los primeros tres meses de este 2025, he estado en un ir y venir en las salas de cine para poder platicarles sobre los estrenos y la temporada de premios, pero también noté algo que me pareció curioso y, ahora que ya acabó este período, se hizo más evidente y he hecho una mayor conciencia sobre ello: ya no hay tanta gente en las salas de cine como antes, sea la cadena que sea; creo que incluso en algunos lugares independientes, este fenómeno se replica, lamentablemente.
Cuando Sean Baker dio su discurso al ganar el Oscar a mejor director, pidió encarecidamente ir más a las salas de cine, fomentar en las nuevas generaciones asistir a las salas y lo decía, si no con conocimiento de causa, sí con compañeros que no vieron ganancias de sus galardonadas cintas y por consiguiente, no tienen ni un peso; tal es el caso de Brady Corbet, director de The Brutalist.
Y este modelo continúa aún, ya alejados de la temporada.¿Qué está pasando con las salas de cine que en su mayoría siempre están semivacías? ¿Sabían ustedes que en 2024 la venta de boletos cayó un 6.78 por ciento? Estas son algunas teorías sobre la disminución de audiencias en las salas cinematográficas, para pensar:
Primero, y hay que ser conscientes de ello, después de la pandemia, una de las cosas que no se recuperó al 100 por ciento, como muchos hubiéramos querido, fue precisamente el cine. Antes de que el COVID-19 llegara a nuestras vidas, la gente salía más a ver películas. Un informe de la Cámara Nacional de la Industria del Cine (Canacine) afirma que en 2019 la gente veía en promedio 3 películas al año en las salas, contrario a lo que se reportó en 2024, con solo 1.64 películas en esa anualidad. Hollywood todavía está resentido por la pandemia, que se llevó a sus públicos a las salas de sus casas con un streaming conectado a sus pantallas o dispositivos, lo que me lleva a la siguiente teoría.
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El boom de los streaming, tras el confinamiento por el COVID-19, nos hizo dar cuenta de que no necesitábamos trasladarnos a los complejos para disfrutar una película; incluso algunas personas se volvieron tan adictas a series que empresas como Netflix replican programas por más de tres temporadas, aun cuando la historia ya no da para más. Se volvieron generadores de series y sagas en masa que no ponen atención al contenido, sino al reembolso que tendrán a partir de una reproducción de alguien que, en lugar de asistir al cine, prefirió su pijama, su sillón más mullido y unos Chetos Flamin ‘ Hot.
Hablando de reembolso, es obvio que una de las razones por las que dejamos de ir al cine, es el costo, desde los boletos, pasando por la dulcería, hasta el mismo estacionamiento en las plazas, salir al cine contigo mismo te cuesta al rededor de unos 200 pesos (si te ves modesto con el consumo de palomitas) en pareja, eso se traduce a unos 420 pesos (pidiendo un combo sencillo) 500 pesos si te atreves a entrar en la sala VIP (sin que te pidas una chela) según el INEGI, de 2019 a 2023, los boletos tuvieron un aumento del 30 por ciento, de 54 pesos, subieron a casi 70 pesos en una entrada regular. Con los salarios mínimos y otras cuestiones como la inflación, la gente prefiere esperar a que se añada a uno de sus catálogos de streaming, los cuales pagan por mes casi lo mismo que una salida.
Mi siguiente teoría va sobre la publicidad que los estudios hacen para sus cintas, millonarias campañas que al parecer no están funcionando como deberían. Casos como el de Megalópolis de Francis Ford Coppola, que gastó toda su fortuna en su más reciente cinta (incluyendo una costosa publicidad), nos dejan ver que, aunque la producción sea promocionada por todo lo alto, no garantiza un éxito en taquilla; pero, ¿qué sucedió entonces con The Substance? Venía de una competencia como Cannes, rechazada por Universal debido a su trama de body horror, adquirida por Mubi como último recurso y el mayor de sus éxitos hasta ahora. Lo que otras películas como Mickey 17 hicieron con su publicidad valuada en millones, La Sustancia lo hizo de voz en voz; a través de su recomendación, los espectadores fueron los que la llevaron a llenar salas alrededor del mundo, incluso en su reestreno.
Pero quizá el punto medular de todo este asunto sea el contenido que Hollywood ofrece actualmente, veamos: remakes, reboots, segundas partes, sagas infinitas de superhéroes, reinicios de superhéroes, comedias con Adam Sandler y uno que otro material original que muchas veces no suele ser tan valorado por ser precisamente nuevo o diferente a la cartelera que siempre vemos; hay una especie de conformidad o arraigo a lo que ya conocemos, hay una nostalgia que nos hace ver más de lo mismo, permitimos aquellas películas fáciles de digerir porque no nos gusta que nos hagan pensar cuando se supone que nos queremos desconectar a la hora de ver algo. Los streamings también tienen que ver con eso, pues nos han acostumbrado a tenerlo todo a nuestra merced con el privilegio de darle pausa, adelantarle, repetir o postergar.
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Esta forma de ver cine ha cambiado los paradigmas de muchos directores; ya casi nadie se atreve a hacer algo largo, original o de calidad, porque de inmediato es aburrido, es subversivo o es independiente y de seguro malo. El estigma se ha vuelto cada vez más grande y a este paso no nos sorprenda que las salas dejen de existir, como los intermedios…
La recomendación: Ya que estamos promocionando la idea de ir más al cine, esta semana se estrena Parthenope de Paolo Sorrentino, el mismo director de The Young Pope; nada más vean el tráiler y admiren la bella foto de Daria d’Antonio, y hasta aquí ¡Corte y queda!
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