What To Know
- Muchos piensan que en dos clases van a pintar perfecto, pero el arte requiere paciencia y comprensión del color, la luz y las formas”.
- Le apasionan las piezas de gran formato, aquellas que superan el metro y que prepara con ayuda de un carpintero local.
- Su trabajo puede encontrarse en redes sociales como Sarah Santos – Sara de Arte, donde comparte parte de su obra y promueve el valor del arte original.
Desde los siete años, Sarahí Santos Solís supo que su mundo tenía color, textura y forma. Aunque estudió Psicología, jamás abandonó su sueño de ser pintora. Hoy, esta artista hidalguense ha convertido el óleo en su lenguaje: una mezcla de técnica, sensibilidad y disciplina que transforma emociones en imágenes.
“Siempre quise ser pintora”, recuerda con una sonrisa. “Desde niña decía que quería pintar, y lo sigo haciendo. El arte me eligió desde entonces”.
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Su formación comenzó con clases particulares de pintura, historia del arte y escultura. En ese proceso descubrió su técnica favorita: el óleo, un medio que —dice— le permite explorar la luz, la sombra y la profundidad emocional. Entre sus influencias, menciona a Claude Monet, de quien aprendió la importancia de observar lo cotidiano con atención.
“Me gusta cómo usaba la luz, cómo convertía lo común en algo trascendente”, explica.
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El arte frente a la era digital
En un tiempo dominado por las pantallas, Sarahí defiende la creación manual como un acto de autenticidad.
“No me gusta la inteligencia artificial”, afirma con firmeza. “Siento que afecta el valor del arte hecho por personas. Si puedes imprimir una imagen creada por una máquina, ¿dónde queda el esfuerzo del artista?”.
Su postura no es una negación de la tecnología, sino una defensa del proceso humano detrás de cada obra: la paciencia, el error, la intuición.
Vivir del arte y para el arte
Desde hace varios años, Sarahí comercializa sus obras y retratos a través de redes sociales, donde también recibe encargos personalizados: retratos de personas y mascotas, o interpretaciones simbólicas de sueños y recuerdos.
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“Cada cuadro es una historia”, comenta.
Su proceso es meticuloso: implica una planeación previa, un anticipo del 50% y comunicación constante con sus clientes hasta la entrega final.
También reflexiona sobre los nuevos desafíos para las generaciones jóvenes:
“Antes los padres llevaban a sus hijos a clases de pintura, ahora ya no. Muchos piensan que en dos clases van a pintar perfecto, pero el arte requiere paciencia y comprensión del color, la luz y las formas”.
Crear, sentir, resistir
En su taller, entre pinceles, café y buena música, Sarahí continúa creando. Le apasionan las piezas de gran formato, aquellas que superan el metro y que prepara con ayuda de un carpintero local.
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“Todo se puede pintar”, dice convencida. “Lo importante es mantener viva la conexión entre lo que sentimos y lo que plasmamos”.
Su trabajo puede encontrarse en redes sociales como Sarah Santos – Sara de Arte, donde comparte parte de su obra y promueve el valor del arte original.
“Un cuadro al óleo es eterno”, afirma. “Cada trazo cuenta una historia que ninguna máquina podrá reproducir”.
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