El Vaticano ha difundido este martes la primera fotografía del féretro del Papa Francisco, marcando el inicio de los actos fúnebres tras su fallecimiento.

El cuerpo del pontífice se encuentra en la Capilla de Santa Marta, dispuesto en un sencillo ataúd de madera abierta, sin el tradicional catafalco, como símbolo de la austeridad que caracterizó su pontificado.

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En la imágen del féretro, se ve al papa Francisco vestido con la mitra blanca, la sotana blanca, la casulla roja y el palio blanco, sostiene entre sus manos un rosario negro, emblema de su profunda devoción mariana. Las imágenes, captadas durante el acto de constatación de la muerte el lunes por la noche, muestran al Papa rodeado por sus colaboradores más cercanos y varios cardenales presentes en Roma.

Este miércoles 23 de abril, el cuerpo será trasladado a la Basílica de San Pedro, donde se instalará la capilla ardiente para permitir a los fieles despedirse. Se espera que el homenaje reúna a cientos de miles de personas en Roma.

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La Congregación de Cardenales, reunida en sesión general este martes, definirá la fecha de los funerales, que según la normativa deberán realizarse entre el cuarto y el sexto día después del fallecimiento, es decir, entre el viernes 25 y el domingo 27 de abril. Asimismo, se están estableciendo los detalles logísticos para el próximo cónclave, previsto entre el 5 y el 10 de mayo, en el que se elegirá al nuevo líder de la Iglesia Católica.

En cumplimiento de la constitución apostólica Universi Dominici Gregis, el apartamento papal en Santa Marta ya ha sido sellado. Mientras tanto, continúan las congregaciones generales del Colegio Cardenalicio, donde se afinan los aspectos litúrgicos y administrativos de este periodo de sede vacante.

Por voluntad expresa del propio Papa, su entierro se realizará en la Basílica de Santa María la Mayor, en Roma, y no en el Vaticano, como ha sido costumbre durante más de un siglo. La tumba será sencilla, sin epitafios ni ornamentaciones, únicamente con su nombre en latín: Franciscus, justo frente al ícono de la Salus Populi Romani, ante el cual solía orar antes y después de cada viaje apostólico.

Con este gesto final de humildad, Francisco reafirma en la muerte lo que fue su sello en vida: un pontificado marcado por la sencillez, la cercanía y la espiritualidad profunda.

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