What To Know
- El Xantolo es la “fiesta de las ánimas” es celebración más importante de la huasteca hidalguense que se realiza los últimos días de octubre y primeros de noviembre cuyo colorido, tradición y cultura que en Hidalgo tiene acentuada presencia en los estados Tamaulipas, San Luis Potosí, Veracruz, Hidalgo, Querétaro y Puebla.
- La fiesta más representativa del país inicia desde el 28 de octubre hasta el 2 de noviembre para esperar a las almas de los difuntos que regresan al mundo de los vivos con deseo y alegría, este reencuentro implica festejarlos con comida, música, rituales y baile que abren paso a la convivencia familiar.
- Este legado cultural, que ha perdurado a lo largo de los siglos, sigue siendo uno de los tesoros más valiosos de la Huasteca y del país, un recordatorio de que la vida y la muerte están entrelazadas, y de que las tradiciones son la columna vertebral de la comunidad.
El Xantolo es la “fiesta de las ánimas” es celebración más importante de la huasteca hidalguense que se realiza los últimos días de octubre y primeros de noviembre cuyo colorido, tradición y cultura que en Hidalgo tiene acentuada presencia en los estados Tamaulipas, San Luis Potosí, Veracruz, Hidalgo, Querétaro y Puebla.

Esta tradición ancestral, que coincide con el Día de Muertos, es mucho más que una festividad; es una profunda expresión de la cosmovisión nahua, en la que el ciclo de la vida y la muerte se concibe como un proceso continuo, donde los difuntos regresan temporalmente al mundo de los vivos.
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La fiesta más representativa del país inicia desde el 28 de octubre hasta el 2 de noviembre para esperar a las almas de los difuntos que regresan al mundo de los vivos con deseo y alegría, este reencuentro implica festejarlos con comida, música, rituales y baile que abren paso a la convivencia familiar.

De acuerdo con la tradición el 28 de octubre se celebra el Día de Muertos para honrar a las almas de las personas que fallecieron de manera trágica, como víctimas de violencia o accidentes; el 30 y 31 de octubre se celebra y se cree es la fecha en que llegan las almas de los difuntos que han sido olvidados, que no tienen familia y niños que murieron sin ser bautizados. En tanto, el 1 y 2 de noviembre se reciben a los difuntos adultos.
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Las ofrendas se colocan en altares de niveles, según la región, adornados con flores de cempasúchil y velas que los guía para no perder su camino, papel picado, un arco de caña, incienso y los alimentos preferidos de los seres queridos.

Este legado cultural, que ha perdurado a lo largo de los siglos, sigue siendo uno de los tesoros más valiosos de la Huasteca y del país, un recordatorio de que la vida y la muerte están entrelazadas, y de que las tradiciones son la columna vertebral de la comunidad.
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