“Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo“, es una de las líneas más famosas dentro de la literatura latinoamericana, la escribió Juan Rulfo en una de las 100 mejores novelas en español del siglo XX, uno de esos libros que seguro les dejaron leer en la primaria o en la secundaria, de las grandes obras mexicanas en las letras.
Cuando se habla de una adaptación del papel a la pantalla, surge cierto temor, es una moneda que se lanza al aire, como puede salir perfecta, como puede ser todo un desastre, no hay medias tintas y por eso se piensa dos veces en hacer un trabajo que tiene como misión, si no complacer a todos los que leyeron la obra, por lo menos dejarlos con un buen sabor de boca.
También depende de qué obra estemos hablando, cada historia tiene sus rasgos particulares que la hacen única, la narrativa es fundamental para saber en qué punto se inicia y se acaba esa forma de contarla y hay que tenerlo muy claro, cada adaptación es una interpretación que el guionista, el director y/o demás integrantes de una producción hacen, por lo que jamás va a empatar con la idea que nos hayamos formado en la cabeza.
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Pedro Páramo, genial obra de Juan Rulfo
Así pues, cuando se habló de llevar a la pantalla una obra tan extensa como lo es Pedro Páramo de Juan Rulfo, hay un reto tan profundo que por supuesto que no es sencillo; en un mundo en el que se adaptan cómics, obras de teatro y hasta pinturas, las novelas que significaron un boom para la literatura latinoamericana/mexicana, están entre los desafíos más fuertes que un guionista o cineasta pudiera tomar en sus manos, porque implica traer un pasado y todo un contexto cultural en un espacio a veces limitado.
Rodrigo Prieto, que hasta hace unos días era un cinematógrafo mexicano destacado que había puesto su lente en películas como Brokeback in mountain, Alexander, Barbie y Killers of the flower moon, se embarcó en la aventura de hacer de Pedro Páramo su ópera prima como director y ¿qué creen? Lo logró de una manera decente, obviamente con impecable fotografía (así tenía que ser) y con un cast que se defiende a pesar de lo que digan de Tenoch Huerta.
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Resulta ser una adaptación compleja porque el material de origen lo es, leer a Juan Rulfo con sus vaivenes en el tiempo, cambiando narradores y construyendo fragmentos de un pueblo que es uno de los protagonistas de la obra es una tarea que debió tomar su tiempo, como si se tratara de hilar por primera vez un telar con mucho detalle, no le iba a salir perfecto, pero sí se agradece que en el intento de darle vida a una interpretación que se hizo de la obra, se conserve esa esencia del libro.
La adaptación de la obra de Rulfo
Cuando se adapta una novela de varias páginas con estructuras como la de Pedro Páramo, es obvio que una limitante será el tiempo, dos horas y unos minutitos más son poco para condensar la escritura de Juan Rulfo, Rodrigo Prieto lo sabía y aun así se las ingenia para poner aquellas escenas y diálogos que son recordados por los lectores y claro, se iba a tomar ciertas atribuciones, no todo puede salir a la perfección a la primera, por eso le sobran uno que otro desnudo y el final es algo que todavía me cuestiono, porque en un momento me pareció que llegó al límite del tiempo y tenía terminar de botepronto.
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Otro reto que tenía por delante Rodrigo Prieto, era capturar un realismo mágico que surgió a partir de la escritura de Rulfo, sí lo logra, de hecho, se sienten las atmósferas de las costumbres, el sincretismo del pueblo, el paso de los días, los cambios en el tiempo entre historia e historia, los personajes cuyos perfiles se notan bien trabajados y hasta el calor que hacía en Comala.
Puede que, si no leyeron la novela, la película se haga un tanto difícil de entender, sobre todo la última media hora, pero de igual forma logra capturar la atención de quien por primera vez se topa con los personajes de Rulfo. Por otro lado, los que leyeron el libro llegarán a la conclusión que es una buena adaptación que recoge todo lo indispensable de la obra, incluso hay páginas que se convierten a la perfección en una escena; todo con su propio sentido y la interpretación de quienes estuvieron a cargo del proyecto, vale la pena tanto ver la película, como volver a abrir ese libro, esa es una de las cosas positivas de las adaptaciones, que despiertan la curiosidad de los espectadores para volver a la lectura y eso ya es de gane.
En un tiempo en el que hay un boom en adaptar novelas latinoamericanas, Pedro Páramo levanta la mano como una de las primeras que logra complacer a un público que recuerda la obra con nostalgia o que apenas se va a adentrar a saber quién era y por qué vivía en Comala, habrá que esperar a ver el resultado de series como Cien años de soledad, de Netflix; Como agua para chocolate en Max y La casa de los espíritus de Prime, para saber si esta “moda” funciona o de plano se destrozan sin necesidad obras que debieron quedar ahí, en las páginas de un libro, al final del día ustedes tienen la última palabra ¿O no? Hasta aquí ¡Corte y queda!
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