Yazmín Salazar

Recientemente fue rescatado un puma (𝘗𝘶𝘮𝘢 𝘤𝘰𝘯𝘤𝘰𝘭𝘰𝘳), en un predio del “Corredor Biológico de Actopan”, un área natural protegida (ANP) estatal. El felino presentaba varios problemas de salud y vivía en un espacio que no cumple con los requisitos legales, indispensable en el manejo de ANP. Esta situación nos muestra una realidad ineludible: la creciente cercanía y la constante presión entre el hábitat silvestre y las actividades humanas. Nos invita a reflexionar sobre nuestra relación con la fauna ¿Somos realmente responsables de la forma en que interactuamos con los animales salvajes? 

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Admirarlos siempre, domesticarlos nunca

Los animales silvestres tienen necesidades biológicas muy distintas a las especies domesticadas o humanas, incluyendo dietas complejas, amplios territorios y fuertes instintos de caza. Mantenerlos en cautiverio, les genera estrés, enfermedades, sufrimiento e incluso la muerte. Aunque la intención sea buena, intentar domesticarlos es un acto de maltrato pues va en contra de su propia naturaleza. El rescate del puma, incluso dentro de un ANP, resalta como la interacción humana irresponsable (ya sea invadiendo su espacio o intentando poseerlos), casi siempre resulta en sufrimiento para estos animales.

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Las amenazas ocultas

Las ANP, son espacios designados para conservar y proteger ambientes naturales y su biodiversidad. Sin embargo, no son inmunes a la presión humana como la tala y el desmonte, o el tráfico ilegal de especies. Debido a que México es un país mega diverso, somos un punto crítico para el comercio ilícito de especies. Este crimen, no solo comercializa “mascotas exóticas”, sino que también partes específicas de animales y subproductos. La caza ilegal y la extracción de especímenes, debilitan los esfuerzos de conservación dentro de estos santuarios, disminuyendo las poblaciones silvestres, alterando el equilibrio de los ecosistemas y aumentando el riesgo de zoonosis. Estas malas prácticas, dañan no solo a individuos, sino a poblaciones y ecosistemas enteros.

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Coexistencia: nuestra responsabilidad

La coexistencia no trata de evitar el contacto con especies silvestres, sino de construir relaciones respetuosas. Implica comprender las necesidades de todos los seres vivos (animales salvajes, domesticados y humanos) y reconocer su derecho a existir en sus propios espacios. Como especie con mayor impacto ambiental, los humanos tenemos la responsabilidad de adaptar nuestras acciones para disminuir los daños y proteger a las especies que cohabitan con nosotros. El crecimiento poblacional y el cambio climático complican en panorama (generando sequías, altas temperaturas, reducción de recursos), pero también nos impulsa a buscar soluciones innovadoras y conscientes para vivir en armonía con otros seres vivos.

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Acciones para coexistir

Podemos contribuir activamente y construir una coexistencia real:

  • No comprar animales silvestres ni apoyar su comercio.
  • Denunciar casos de tráfico o tenencia ilegal a las autoridades.
  • Practicar el ecoturismo responsable, disfrutando con respeto la belleza de los seres vivos en su estado natural.

El puma rescatado en Actopan nos ha dejado una gran lección: incluso en espacios naturales o con protección, la fauna silvestre es vulnerable a la presión humana. Su bienestar y supervivencia dependen, en gran parte, de nuestro compromiso. La coexistencia no es una opción, es una necesidad para todos los seres vivos, cada cual en su lugar y con su dignidad.

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