What To Know
- Y es que detrás de cada agujero en el pavimento, hay historias de abandono, de infraestructura dañada, de fugas de agua, contaminación del suelo y emisiones innecesarias a la atmósfera.
- Aunque el municipio cuenta con reglamentos que regulan el tránsito de este tipo de vehículos, en la práctica la falta de vigilancia y control permite que muchos circulen sin restricciones de horario ni de rutas.
- Además de ser opciones más ecológicas, estas mezclas son más resistentes al agua y al calor, reducen costos y promueven la economía circular, donde los residuos dejan de ser basura y se convierten en parte de la solución.
Cuando el pavimento habla
En nuestra ciudad, los baches se han vuelto parte del paisaje cotidiano. Están en casi todas las calles: los automovilistas los esquivan, los peatones los rodean y las autoridades los reparan —a veces— y solo de manera temporal.
Sin embargo, pocas veces los vemos no solo como un problema de movilidad, sino también como un síntoma de los problemas ambientales que aquejan la ciudad. Y es que detrás de cada agujero en el pavimento, hay historias de abandono, de infraestructura dañada, de fugas de agua, contaminación del suelo y emisiones innecesarias a la atmósfera.
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La relación entre los baches y el medio ambiente
La mayoría de los baches surgen por la acción del agua: ya sea por lluvias o fugas en las tuberías subterráneas, el agua se filtra bajo el asfalto, erosiona el pavimento y lo descompone poco a poco, hasta abrir esos agujeros que tanto nos afectan.
Esto provoca una pérdida constante de materiales de construcción que terminarán desintegrándose y contaminando el entorno. Restos de asfalto, polvo y grava son arrastrados hacia las coladeras y ríos cercanos, afectando sistemas de drenaje y contaminando el suelo.
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Además, los baches obligan a los conductores a frenar, acelerar y maniobrar constantemente. Estas acciones, aumentan el consumo de gasolina y, con ello, las emisiones de gases contaminantes. En conjunto, estos pequeños actos multiplicados por miles de vehículos todos los días incrementan la huella de carbono de la ciudad.
El peso invisible del deterioro
Los camiones de carga y otros vehículos pesados representan un factor poco mencionado, pero muy relevante. Su circulación constante dentro de zonas urbanas acelera el deterioro del pavimento y daña la infraestructura subterránea.
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Aunque el municipio cuenta con reglamentos que regulan el tránsito de este tipo de vehículos, en la práctica la falta de vigilancia y control permite que muchos circulen sin restricciones de horario ni de rutas. Esto no solo agrava el desgaste del pavimento, sino que también genera vibraciones, dañando además tuberías y drenajes.
Hacia pavimentos más sustentables
Frente a este panorama, vale la pena buscar opciones en las formas que reparamos nuestras calles. Actualmente, existen alternativas más limpias y eficientes que el asfalto tradicional, cuya preparación en caliente genera importantes emisiones contaminantes.
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Las llamadas mezclas frías prometen ser una buena opción: se aplican a temperatura ambiente y pueden incorporarse materiales reciclados, como residuos de construcción, plásticos triturados o caucho proveniente de llantas usadas. Además de ser opciones más ecológicas, estas mezclas son más resistentes al agua y al calor, reducen costos y promueven la economía circular, donde los residuos dejan de ser basura y se convierten en parte de la solución. Sin embargo, también tienen desventajas, ya que su durabilidad suele ser menor que la del asfalto caliente.
Otra opción es el asfalto de mezcla tibia, que se aplica a temperaturas más bajas que el tradicional. Diversos estudios señalan que ofrece mayor durabilidad, menos consumo energético y permite igualmente el uso de materiales reciclados. No obstante, su implementación requiere una inversión inicial en maquinaria y en capacitación técnica, lo cual podría frenar su adopción.
Repensando la ciudad
Los baches no son un problema menor: son heridas visibles que revelan la desconexión entre movilidad, planeación urbana y el cuidado ambiental. Cada bache que se forma en el asfalto es también un recordatorio del descuido en el que tenemos a la ciudad.
Si aprendemos a verla como un ecosistema vivo, que respira, que se desgasta y necesita cuidados, podremos construir una Pachuca más resiliente, limpia y sustentable.
Al final, no solo se trata de reparar los baches, sino de empezar a cerrar las grietas en nuestra relación con el medio ambiente.
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