What To Know
- En lugar de pancartas al viento, mostraron denuncias, arte convertido en memoria y voces reunidas frente a la Comisión de Derechos Humanos.
- Que este ciclo de activismo no pase en vano, que despierte transformaciones en los pasillos, en las redes y en las comunidades.
- Porque cada palabra que se atreve a respirar sin miedo abre caminos, cada espacio construido con cuidado transforma vidas, y cada generación que aprende a respetarse, a escucharse, a defender su voz.
Este 25 de noviembre, las calles de Hidalgo no presenciaron la marcha prevista, pero el silencio no pudo con nosotras. Colectivas de Pachuca optaron por no salir, pues denunciaron intimidación digital, amenazas e intentos de vigilancia. En lugar de pancartas al viento, mostraron denuncias, arte convertido en memoria y voces reunidas frente a la Comisión de Derechos Humanos.
No fue miedo, fue dignidad. Fue decir que algunas heridas no merecen exposición y que la integridad no debe arriesgarse. Fue una protesta distinta y discreta, pero poderosa. Porque justamente estos 16 días de activismo (del 25 de noviembre al 10 de diciembre) instan a visibilizar, exigir justicia y transformar realidades.
Suscríbete a nuestro canal de WhatsApp y entérate de todas las noticias al instante
Mientras tanto, lastimosamente la realidad nos da la razón. En 2025, la autoridad educativa de Hidalgo reportó 858 casos de violencia escolar en el ciclo escolar 2024-2025, muchos por agresiones físicas, bullying, violencia digital y abuso sexual. Este mismo año, en los primeros meses del nuevo ciclo, se sumaron 309 reportes más.
Detrás de esos números palpita la historia de una estudiante cuya voz tembló al leer en el chat de su clase: “Si no te quitas la falda, nadie va a hablarte”. No hay nombre, pero es un rostro y un grito que representa a muchas, jóvenes que aprenden letras, fórmulas, fechas; pero no respeto, empatía ni límites seguros. Ese eco supera cualquier estadística.
SIGUE LEYENDO: La belleza de alzar la voz
Y duele, porque revela la urgencia de repensar la escuela. No como fábrica de calificaciones, sino como espacio de dignidad y cuidado. Donde la alfabetización digital conviva con la emocional. Donde haya acompañamiento, escucha y protocolos que protejan, no que revictimicen.
La escritora Chimamanda Ngozi Adichie nos advirtió que cuando una sola historia domina, condena a generaciones a repetir estereotipos. Si en el aula persistimos en silenciar, burlarnos o ignorar el dolor, nunca romperemos el ciclo. Pero si hoy elegimos enseñar con conciencia, respeto y empatía, podemos formar voces críticas, libres y coherentes.
La educación debe ser refugio y ruta de esperanza. Un lugar donde levantar la mano sea también levantar la voz; no por rebeldía, sino por dignidad. Que este ciclo de activismo no pase en vano, que despierte transformaciones en los pasillos, en las redes y en las comunidades.
Porque cada palabra que se atreve a respirar sin miedo abre caminos, cada espacio construido con cuidado transforma vidas, y cada generación que aprende a respetarse, a escucharse, a defender su voz; puede construir un país donde la dignidad de las mujeres no sea excepción, sino norma.
TE PUEDE INTERESAR: De mujeres y ríos: historias de resistencia en Huehuetla
Allá donde el silencio tembló y donde el valor se hizo eco, que nuestra memoria se convierte en fuerza y nuestra palabra en acción.
- Portada

- Voces que no se apagan: educación, memoria y resistencia

- Alto repentino en Tú Decides desata especulaciones

