What To Know
- El aire de noviembre en Hidalgo se vuelve un río de pétalos dorados que guía nuestros pasos alcorazón de la Huasteca, donde la tradición revive y el aprendizaje se convierte en un homenaje.
- El cempasúchil no solo adorna, sino queenseña que en México la vida se celebra, la memoria se honra y la educación se entrelaza con loancestral.
- La tradición del Xantolo no es unacelebración de ausencia, es un signo de continuidad, una manifestación de cosmovisión indígenadonde lo vivido no se olvida, sino que se transforma en luz y en voz.
El aire de noviembre en Hidalgo se vuelve un río de pétalos dorados que guía nuestros pasos al
corazón de la Huasteca, donde la tradición revive y el aprendizaje se convierte en un homenaje. En
las plazas, en los patios de las escuelas y en los hogares; el cempasúchil no solo adorna, sino que
enseña que en México la vida se celebra, la memoria se honra y la educación se entrelaza con lo
ancestral.
Ser mujer en estas aulas significa asumir la herencia de quienes nos antecedieron, y al mismo
tiempo abrir caminos para quienes vendrán. Según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía
(INEGI 2025) más del 60 % de las personas que se involucran en la preservación de tradiciones
culturales en México son mujeres. En comunidades como la Huasteca, esa cifra se eleva, mostrando
que somos nosotras quienes sostenemos el puente entre lo que fue y lo que debe seguir siendo.
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La enseñanza, cuando abraza la y cultura, rompe la división entre lo académico y lo vivencial. En las
aulas huastecas, se aprende tanto la historia de los ancestros como el valor de la pertenencia; se
estudia tanto la lengua como el canto que evoca su origen. La tradición del Xantolo no es una
celebración de ausencia, es un signo de continuidad, una manifestación de cosmovisión indígena
donde lo vivido no se olvida, sino que se transforma en luz y en voz. Celebramos vidas que nos
dieron raíces, aprendemos que la muerte no clausura, sino que convierte el recuerdo en presencia.
En ese escenario, las flores de cempasúchil se vuelven maestras silenciosas que enseñan sobre la
fugacidad del tiempo y la eternidad de los lazos. Cada contador de historias, cada tradición en el
aula y cada poema compartido nos recuerda que aprender es también un acto de gratitud, de
memoria viva y de cuidado por lo que nos define. La educación aquí no es trámite, es tejido. No es
separación, es abrazo.
SIGUE LEYENDO: Aprender para ser libres
Qué poderoso resulta mirar cómo las escuelas se transforman en jardines donde el conocimiento y
la tradición crecen juntos, donde lo antiguo y lo nuevo dialogan con respeto y donde cada
generación aporta una semilla al mismo campo fértil. El Xantolo nos recuerda que la muerte no es
un final, sino una metamorfosis; que la esperanza brota incluso entre los silencios, y que toda
enseñanza auténtica es también un tributo a la vida.

Decía la escritora Rosario Castellanos: “La cultura es la memoria del pueblo”. Y en el Xantolo esa
memoria se vuelve escuela, flor y luz. Aquí, entre pétalos y cuadernos, se aprende a vivir y a
recordar, a dar sentido al tempo y a amar lo que somos.
Los colores que tiñen el aire de noviembre no anuncian un adiós, sino un regreso; el regreso de la
vida en cada historia contada, en cada flor encendida y en cada lección que nos recuerda que
honrar la memoria es sembrar esperanza. Porque en cada pétalo de cempasúchil late un corazón
que no olvida, y en cada acto de aprendizaje florece el milagro de seguir vivos.
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