Dinorath Mota

In memoriam, Marita

¿Qué se le puede decir a una mujer que lo entregó todo? A la que estuvo en la primera línea de batalla cuando el mundo más la necesitaba, enfrentando con valentía al COVID. A la madre amorosa, a la hermana que nunca falló, a la médica comprometida que alzó la voz por sus compañeros, buscando siempre condiciones más justas. ¿Qué palabras alcanzan para honrar a quien vivió con tanta entrega? Solo una: gracias. Gracias por ser faro en la oscuridad, por no rendirte, por cuidar, por luchar… por ser.

La doctora Luz María Orea Sánchez, a quien su familia y amigos conocían como Marita, partió de este mundo el 29 de mayo de 2025. Durante 50 años forjó una vida que dejó huella a su paso. Vivió y disfrutó intensamente de los días, del amor de sus padres Luz María Sánchez Abrego y Carlos Orea Cantón, de sus hijos Dany y Óscar Aguilar, así como de sus hermanos Juan Carlos, Iliana y Alejandro Orea Sánchez.

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Hoy su historia la cuenta Juan Carlos, porque el destino llegó demasiado pronto para Marita. Con un nudo en la garganta y lágrimas que aún no alcanzan a entender el “¿por qué?”, pero que un día se transformarán en el “¿para qué?”, Juan Carlos recuerda a su hermana, quien desde niña soñaba con ser doctora, quizá influenciada por su padre, un reconocido médico, o porque ya llevaba en la sangre la vocación de ayudar.

Al crecer, no lo dudó ni un segundo: la medicina sería una de sus grandes pasiones.

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Su formación académica comenzó en la Escuela Inglesa, continuó en el Instituto Lestonac y la Preparatoria Dr. Alberto Zoebisch Sánchez, hasta llegar a la Escuela de Medicina de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, donde se graduó con uno de los mejores promedios de su generación. Incluso fue nombrada reina de su carrera.

Más tarde, trabajaría en el Instituto Mexicano del Seguro Social como médico general y, posteriormente, en el área de urgencias de la Clínica 1 de Pachuca.

Marita no necesitaba carta de presentación: la antecedía su vocación y su profundo sentido humanista. Y si había algo que valoraba por encima de todo, era la familia. Por ello eligió especializarse en Medicina Familiar.

Uno de sus mayores sacrificios fue cubrir turnos en urgencias durante fines de semana y días festivos, lo que implicaba renunciar a momentos valiosos con sus seres queridos.

Sin embargo, extendía su vocación más allá de sus obligaciones, al visitar a los enfermos en varios municipios, donde era querida y respetada. Y donde recibía muestras de afecto convertidas en fruta y comida.

La pandemia por SARS-CoV-2 la marcó, como a todos, pero ella permaneció ahí: firme, presente, en la primera línea de batalla. Pese al riesgo y al miedo, sus pacientes siempre fueron lo primero.

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Días interminables, llenos de preocupación e incertidumbre, eran recompensados con cada vida salvada, con cada batalla ganada. Su nombre quedó grabado en el Monumento Ecuménico, dedicado al personal médico que enfrentó la pandemia y a quienes perdieron la vida por COVID-19.

Juan Carlos recuerda las palabras de Saúl Chávez hacia su hermana:

Mi reconocimiento a una gran amiga y doctora, quien estuvo al pendiente de muchos conocidos cuando más la necesitábamos. Le agradezco el tiempo que me brindó y que fue clave en mi recuperación en momentos difíciles como el COVID.”

La vida llevó a Marita a convertirse en secretaria general del Hospital General No. 1, donde trabajó incansablemente por los derechos de sus colegas y por mejores prestaciones laborales. Y más allá del hospital, disfrutaba profundamente de sus hijos, de compartir comidas de mariscos y enchiladas huastecas, de reír, de vivir.

Uno de los recuerdos más preciados fue verla emocionada al contemplar a su hijo en el escenario, participando en la obra El Rey León junto a Carlos Rivera.

Su familia aún evoca los momentos en que acompañaba con alegría a sus hijos en obras como Mary Poppins, La Voz Kids, Mentiras y Vaselina. El tiempo ya no alcanzó para más. Faltaron risas, momentos… faltó vida.

Pero lo que nunca le faltó a Marita fue cariño.
Por eso su historia no ha terminado. Vivirá por siempre en el recuerdo de quienes la amaron.

Un comentario en «Con M, de Medicina y de Marita: cuando el amor lleva bata blanca»
  1. Excelente nota que se queda en el corazón, quienes la conocimos, sabemos de su gran amor a su carrera y pasión por servir, aún por encima de su salud ella veía por sus pacientes,, la familia Chávez le estamos eternamente agradecidos y la llevaremos en nuestra corazón 🫶 por siempre, abrazo y pronta resignación a su familia ! ! Ánimo juan Carlos 🙏

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