“Si hay un estado que merece especial mención en este contexto, es Hidalgo. No solo fue pionero al hospedar al primer Pueblo Mágico de México —Huasca de Ocampo—, sino que ha construido una rica tradición de cultura, naturaleza y minería que lo posiciona como referente nacional” |
Cada 5 de octubre conmemoramos el Día Nacional de los Pueblos Mágicos, una fecha que busca reconocer esos rincones de México donde convergen historia, identidad cultural, patrimonio natural y tradición viva. Esta efeméride fue instituida por Decreto Presidencial en 2020, en recuerdo de que el primer municipio que recibió el título de “Pueblo Mágico” fue Huasca de Ocampo, Hidalgo, el 5 de octubre de 2001.
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Desde su naciente en 2001, el Programa de Pueblos Mágicos (PPM) fue concebido como una estrategia para diversificar la oferta turística del país, activar economías locales y elevar el bienestar mediante el aprovechamiento cultural, patrimonial y natural de localidades con encanto distintivo.
Con casi veinticinco años en operación, México cuenta con alrededor de177 Pueblos Mágicos reconocidos, en los cuales ha incrementad considerablemente el servicio de alimentos y hospedaje, así como de tour operadores, guías turísticos y agendes de viajes.
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Si hay un estado que merece especial mención en este contexto, es Hidalgo. No solo fue pionero al hospedar al primer Pueblo Mágico de México —Huasca de Ocampo—, sino que ha construido una rica tradición de cultura, naturaleza y minería que lo posiciona como referente nacional.
Con nueve pueblos mágicos: Huasca, Real del Monte, Mineral del Chico, Zempoala, Zimapán, Huichápan, Acaxochitlán y Metztitlán, Hidalgo posiciona a estos lugares con sus leyendas, arquitectura virreinal, paisajes naturales (bosques, minas, minas inundadas, grutas, manantiales), actividades ecoturísticas y una herencia cultural minera muy viva, en un polo de desarrollo turistico.
En el ámbito institucional, Hidalgo ha recibido el nombramiento de sede bienal (no confundir con bianual) del Tianguis de Pueblos Mágicos, siendo la capital Hidalguense que lo vió surgir por primera vez en 1019.
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Lo que distingue a Hidalgo es precisamente esa confluencia: estar cerca de grandes centros urbanos (como la Ciudad de México), pero conservar escenarios rurales con memoria y naturaleza. Eso le da un doble reto: evitar que su cercanía derive en turismo pasadizo sin arraigo, o que el crecimiento no vaya acompañado de conservación.
El 5 de octubre no debe ser mero festejo ni exaltación hueca de nombres pintorescos. Se nos invita a preguntarnos si los Pueblos Mágicos son verdaderamente mágicos para quienes los habitan. El Día Nacional es oportunidad de revalorar ese lazo entre cultura, tierra y ciudadanía.
Y en esa reflexión, Hidalgo sigue siendo faro: lugar donde nació simbólicamente esta idea, donde convergen historia minera, naturaleza y relatos vivos. Que no quede en anécdota poética, sino que sea semilla para políticas que materialicen el encanto con justicia y dignidad.