La noche del 6 de septiembre de 2021 ocurrió algo impensable para muchos, el río Tula comenzó a desbordarse y a inundar varias zonas de Tula. Primero el Denguí, en Cruz Azul, luego San Lorenzo y, finalmente, la zona centro de Tula, así que, lo que para muchos fue una noche normal, para otros fue una noche de terror.
Yo fui de las personas que me fui a dormir plácidamente, al día siguiente era mi cumpleaños y en ese entonces escribía en una revista que se llama Soy Carmín, en donde mi jefa, Gisselle Acevedo, me había dado el día para que festejara.
La idea era ir al cine a Tula, quizás a comer algo y descansar un poco, sin embargo, ese plan no se concretó. La mañana del 7 de septiembre, mi jefa me despertó para decirme que sabía que me había dado el día, pero necesitaba que fuera a Tula a cubrir, la ciudad estaba bajo las aguas negras y era necesario reportar el hecho.
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El día amaneció nublado, había estado lloviendo mucho un día anterior y sin pensarlo mucho le dije que sí, pero no imaginaba lo que me esperaba, las imágenes que vi me siguen llenando de tristeza hoy en día, nunca esperé ver a Tula así.
Lo primero que vi al llegar, fue un cerco de soldados, impidiendo el paso a la zona de la inundación. En ese momento había mucha zozobra, se decía que había muertos en el Hospital 05 del IMSS y no dejaban acercarse, así que, hubo que ingeniárselas para aproximarnos a la zona inundada.
Con mis compañeros, Rosalía y Alejandro, decidimos cruzar el famoso puente rojo de Tula, el agua estaba casi al ras y cerca de uno de los pilares había una pipa que remolineaba en el agua, no voy a mentir, sentí miedo al pasar, casi me aferro a las tablas del piso, pero, con ayuda, logré cruzar.
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Lo siguiente fue acércanos lo más posible al IMSS, pero estábamos muy lejos como para ver qué ocurría adentro. En la orilla había personas sacando gente en lanchas, habían pasado más de 12 horas y las familias seguía en sus casas inundadas, el rescate era lo imperante.
En algún momento encontramos un camión de la Conagua, de esos que les dicen “anfibios”, y el personal de la dependencia nos ofrecieron llevarnos, sin pensarlo mucho, nos subimos e ingresamos a la zona inundada, para ese entonces, ya había pasado casi todo el día y la mayoría de las personas ya había sido rescatada de sus casas.
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Pero el lodo era cada vez más notorio y el olor era tan penetrante que en algunas zonas incluso había que cubrirse la nariz, situación que sólo empeoró con los días, pues, conforme se fue secando el agua, el olor se hizo cada vez más insoportable y la mugre se acumuló en las calles del centro de Tula, en algunas zonas, todavía se ve el lodo hoy en día.
Ese 7 de septiembre, el clima no dio tregua, en la tarde arreció de nuevo la lluvia y terminé hecha una “sopa”, me moje todo el cuerpo y al llegar a casa, me quite todo y me metí en las cobijas para calentarme, el cansancio casi logra que me duerma, pero me despertó el temblor de ese día que, gracias a dios, no causó más estragos.
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