Hoy nos hemos despertado queriendo hacer las cosas mejor, contaminar menos, ser personas más responsables con el medio ambiente, pero ¡oh, sorpresa!, es un tanto difícil con jornadas laborales de ocho horas más una o dos horas de traslado para llegar molidxs a casa o al changarro de confianza para tener un sagrado alimento en paz porque al otro día tenemos que volver a madrugar para seguir en esta vorágine sin fin que “trabajar para vivir”.
Culparnos por pedir comida a domicilio o por aceptar el unicel del local al que pasamos por unas garnachas es parte de las mil preocupaciones que nos invaden, por eso vemos con cierto agrado que las bolsas digan “biodegradable” o que algunos utensilios digan que son hechos de bambú, eso nos mantiene un poco más tranquilos con nuestra conciencia. Y este no es un texto para hacer sentir mal a nadie que ya de por sí es explotadx, pero sí es para informarnos que una vez más hemos sido engañados por el marketing plastiquero.
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En primera instancia, muchos de los productos “biodegradables” podrán mimetizarse con la tierra si bien nos va, pero esto no quiere decir que no la contaminan con microplásticos, sumado a que su propia “biodegradación” no queda únicamente en el suelo, sino que también comparten viaje en el aire y, sobre todo, en el agua, a donde llegan muchos de nuestros residuos; sí, aunque no vivamos cerca de mares, la mala disposición que hacen los gobiernos de nuestra basura y nuestros malos hábitos de consumo hacen que mucho de ello termine en aguas nacionales e internacionales, interconectando lo que se hace en Asia con lo que ocurre en todo el continente Americano, razón por la cual cada vez se me hacen más ilógicas las fronteras en este mundo sin reglas ante la contaminación desmedida.
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Por otro lado, el hecho de que este tipo de “desechables” sean parte de nuestra rutina no tiene que ver con que somos flojxs, sino con una campaña que la industria del plástico inició incluso antes de que muchos de nosotros naciéramos. Nos crearon una gran necesidad que después se fue acrecentando con empresas como Unilever o Coca-Cola utilizando este material para envasar todos sus productos, incluso el agua potable. Pero el factor decisivo para no poder dejar de depender de este material es el poco tiempo que nos queda para vivir entre lo laboral, los traslados, la crianza (en su caso), los cuidados y la vida misma, que lo más que podemos hacer a veces es ir al súpermercado y comprar para lo que nos alcanza (casi siempre con empaque de plástico) y seguir con nuestra semana.
En parte no somos nosotrxs quienes comenzamos esta dependencia, fue algo completamente gestado desde una industria que no solo genera toneladas de residuos al día, sino que se llena de dinero haciéndolo. Además, nadie le ha exigido a estas empresas que especifiquen que el plástico se puede reciclar peeeero que para generar nuevos productos con éste se le tiene que adicionar más del 50 por ciento de plástico nuevo; tampoco se les exige declarar que las “bolsas biodegradables” sí lo son siempre y cuando estén en un ambiente dotado de temperatura y bacterias específicas.
A este punto sí necesitamos ser más cuidadosos con lo que consumimos, pero no por ello quitar el dedo del renglón de que ningunx de nosotrxs pidió este tipo de contaminación a cambio de productos de primera necesidad. Es así que cargar con tópers es la onda, comprar de preferencia refrescos en envases de lata que sí se puede reciclar sin tanto show como el plástico o, en su caso, comprar la coquita de vidrio retornable.
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Separar nuestros residuos sí sigue siendo indispensable aunque el camión de la basura mezcle todo, porque también puedes decidir darle ese material al recolector de basura de tu confianza, alias: el/la pepenadorx (pa que me entiendan). Recordemos que quienes realmente nos están salvando de no caer en el mar de plásticos son ellxs. No hay labor más loable que ésta, ellxs son la verdadera resistencia contra los grandes conglomerados que nos contaminan, ellxs hacen lo que las empresas deberían estar solucionando y bajo pagos míseros y condiciones vulnerables; para ejemplo de su importancia está la manifestación de junio en Bogotá, en la que llenaron la plaza principal del plástico que recolectan a diario para evidenciar la importancia de su trabajo, mientras los gobiernos y ciudadanxs los tratamos con desdén y en algunos países hasta los criminalizan. Hasta aquí el reporte para decirles que ¡aguante la pepena y los recolectores de basura son la verdadera revolución!
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