Lo más importante que marcaba el reloj en la cabecera de Zoe no era la hora, era la vida. El médico había enfatizado que si la aguja marcaba hacia la derecha, el peligro había pasado. Así, día y noche, la atención y energía de Lalo —como lo conocen sus amigos y familiares— estaban centradas en esa pequeña aguja, que finalmente le daría uno de los momentos de mayor alegría en su vida.
Aún recuerda cómo el pediatra sentenció: “Lo que podíamos hacer por tu hija ya se hizo, ahora solo queda esperar”. Mientras, la bebé era trasladada al cuarto de su madre para despedirse, todo podía pasar. Por ello, en esos momentos piensa que se debe guardar el dolor y tomar decisiones, porque ahí es donde se marca la diferencia entre vivir o morir.
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Entre sus recuerdos, surge este que es uno de los momentos más felices, pero a la vez más dolorosos de su vida: el nacimiento y la enfermedad de su hija Zoe. Ella llegó al mundo aparentemente sana, pero una enfermedad en el pulmón estuvo a punto de quitarle la vida. Tras más de un mes de dura batalla, un día el reloj por fin marcó hacia la derecha, y el destino estaba echado. Hoy Zoe es una niña feliz y sana de 11 años.
Así es Eduardo Medécigo, el que toma decisiones en frío, el alcalde de Mineral de la Reforma; el político, pero también el animalista al que le gusta la cochinita pibil y las películas infantiles. Kung Fu Panda es una de sus favoritas, y de esa película ha tomado uno de los mensajes más alentadores: el regalo que significa la vida. “El pasado ya no existe, el futuro es incierto y el presente es lo que estás viviendo. El presente es el regalo”, afirma.
Hijo de una familia “chambeadora”, cuenta que su padre, originario de Huejutla, y su madre, de Jiliapan en Pacula, llegaron a Pachuca en busca de una mejor vida. Así, la primera casa de los Medécigo Rubio fue en el Infonavit Santa Julia.
Él es el menor de la familia; tiene una hermana maestra y un hermano comerciante. Ahora tiene una familia compuesta, literalmente, por “los tuyos, los míos y los nuestros”: Samantha, su esposa; Santi y Luis; Lya, quien radica en Morelia; y Zoe. Pero la familia tiene otros cuatro integrantes.
Animalista de corazón, ha adoptado a cuatro perros, sus compañeros con quienes sale a correr todas las mañanas. Su favorita, llamada Tortuga, a sus 10 años de edad y a quien de cariño le dice “Delmer” por ser del mercado, también lo acompaña, junto a Max, Piñón y Nacho.
Un día típico en esta familia es como el de cualquier otra. Mientras Samantha arregla a Zoe para el colegio, él se ocupa del desayuno y de prepararse para el trabajo. “Ahí no soy ni presidente ni funcionario, soy papá. Lavo trastes y preparo el desayuno. Pero hay algo que dice, no debe ser: ser un padre de pijama, que cuando se vaya al trabajo y regrese, solo vea a sus hijos en pijama. Ningún cargo vale la pena si te pierdes los momentos en familia”.
El hogar dice es lo que más disfruta, ya sea un día en casa o salir a la tierra de su padre y disfrutar de la comida huasteca.
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Lalo Medécigo se define como un hombre sencillo que vive en paz, y aunque no es religioso, sí es espiritual. Inclinado más hacia el budismo, trata de seguir uno de sus principios: “El camino es la meta”. La felicidad, considera , es un proceso de todos los días.
Entre sus gustos están el color verde, su película favorita Rango, su libro La Columna de Hierro de Taylor Caldwell, y su canción predilecta Eres. Más allá de todo esto, confiesa que le hubiera gustado ser cineasta, pero la vida no lo llevó por ese camino. Y mientras nos despedimos, es inevitable tararear : “Eres lo que más quiero en este mundo, eso eres. Mi pensamiento más profundo también eres”.
Recuerda no te pierdas el próximo retrato cuando las puertas de la oficina se cierran y las de la casa se abren.
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