Aproximadamente, hace más o menos 128 años, el cine mexicano surgió como una novedad dentro de las innovaciones que el país experimentaba en plena época porfiriana, los enviados de los hermanos Lumiere, Gabriel Veyre y Ferdinand Von Bernard, cautivaron con un invento nunca antes visto en estos lares.
Desde entonces, México ha trazado un camino para hacerse de un nombre dentro de la industria cinematográfica del mundo, pero ha luchado contra varios demonios, quizá el más grande: la percepción de su propio público que todavía divide las producciones en cine mexicano “del bueno” y el que solo se dedica a poner en primer plano a comediantes.
A lo largo de este tiempo hemos pasado por diversas etapas del cine nacional, está la época dorada con actores como Emilio Indio Fernández, Dolores del Río, Pedro Armendáriz, María Félix; la nueva ola con el cine surrealista, el cine tan criticado de ficheras, el llamado nuevo cine mexicano y en la actualidad el que combina las salas de cine con el streaming.
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En todas las eras del cine mexicano ha habido una crítica constante y una de dos: o nos quejamos por no alcanzar un estatus como el que se produce en Hollywood, o por el contenido que ofrecen con las narrativas que proponen, pero casi siempre se demerita el valor de una cinta que está hecha en México.
Todo este preámbulo es a propósito de que mañana se conmemora el Día Nacional del Cine Mexicano, una fecha que a veces se siente como un mero compromiso que hizo la LXIII Legislatura del Senado de la República en 2017, pues a pesar de los esfuerzos de otros organismos, falta mucho.
¿Por qué una película mexicana es buena o mala en México? ¿Es buena porque la dirige Cuarón, Iñárritu o del Toro? ¿Es mala porque sale Eugenio Derbez?, ¿Es buena porque aborda temáticas sociales que retumban en nuestro entorno?, ¿Es mala por querer contar una historia de amor?
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En México, si una película lleva en los créditos el nombre de Omar Chaparro, ya se considera una bazofia; si en su ficha técnica sale Alfonso Cuarón, entonces vale la pena verla; en las propias salas de cine mexicanas hay una disparidad entre las cintas que van con más funciones y las otras que obtienen pocos horarios, la mayoría difíciles, por no decir feos.
¿Y de qué depende todo esto? De una larga legislación, de audiencias que consumen más cine extranjero ante la falta de pocas propuestas y cuando las hay, no las toman en serio, de una estructura defectuosa en cuanto a distribución, de los recursos que los cineastas cuentan con las manos para hacer películas y de la competencia que a veces no es tan justa.
Sí, Hollywood puede ser ese aplastante monstruo de mil cabezas que ni Bollywood a podido vencer, pero también depende del valor que las propias audiencias mexicanas le dan al material hecho en casa, una comedia estadounidense tiene más aceptación que una mexicana.
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Un drama gringo es más aplaudido que uno en México, que sobra decir, tuvo poca distribución porque para su mala suerte se estrenó a la par que un blockbuster americano. En nuestros días, solamente si arma revuelo en redes sociales, tiene esperanzas de ser tan vista como una producción extranjera.
¿Nos ponemos el pie nosotros mismos? Sin duda, pues mientras aplaudimos premiaciones como los Oscar o festivales como Cannes, demeritamos lo que se hace en nuestra propia tierra, ejemplo, el Ariel; incluso la propia Academia mexicana se quema las pestañas para hacer una ceremonia decente que reconozca producciones que de ninguna manera son malas, pero que, a la vista del público, no tienen sentido o son aburridas.
¿Qué hay que hacer? Siempre diré lo mismo, ver más cine mexicano, del que sea, las producciones respiran con una buena taquilla, no importa del género que sea, hay que empezar por tener una cultura de apreciación y aceptación para nuestras cintas, dejarlas de ver como gustos culposos y empezar a mostrar las joyas que se hacen aquí.
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La UNAM lo está haciendo de manera gratuita a través del streaming de su filmoteca y en Hidalgo armaron un cine club en el que los días 6, 13, 20, 21, 27 y 28 de agosto pasan una cinta de época en el marco del Día Nacional del Cine Mexicano, aunque sería bueno que este club fuera permanente, pido mucho pero el cine es de las cosas dentro de la cultura, más desprotegidas en el estado.
Esta semana proyectaron La otra virginidad de Juan Manuel Torres con Valentín Trujillo y Leticia Perdigón, y en la siguiente podremos ver Cronos, la opera prima de Guillermo del Toro, las funciones son a las 4 de la tarde en el Centro cultural del Ferrocarril; por favor vayan, los veo por ahí y hasta entonces ¡Corte y queda!
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