Un científico que hace política: así es Francisco Patiño, director del Citnova. Al mirar atrás, recuerda al niño que jugaba en el pantano y que fue testigo de la formación del sindicato petrolero; al joven que logró ingresar a la UNAM y conoció de cerca a los integrantes de la Liga Comunista 23 de Septiembre.
También evoca sus grandes amores, sus logros académicos y cómo, en un “raid”, llegó a Hidalgo, estado que lo adoptó como uno de los suyos, aunque nunca ha dejado de extrañar la tierra que lo vio nacer: Veracruz.
Con su característico saludo de camarada y su célebre frase al despedirse, de “ánimo”, Francisco Patiño es una figura conocida y respetada. Hombre de izquierda, bohemio, doctor e investigador, hoy hace un recuento de sus años, desde la niñez en Coatzintla, Veracruz, municipio que forma parte de la zona metropolitana de Poza Rica.
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De aquellos años vislumbra al niño que correteaba en los pantanos y que, sin saberlo, absorbía las discusiones de los petroleros que llegaban al negocio de su padre a debatir sobre la formación del sindicato petrolero. Esas pláticas sembraron en él el gusto por la política, desde una izquierda inconforme con la desigualdad, la pobreza y el maltrato.
Simultáneamente nació su pasión por la ciencia. Durante su adolescencia, su padre, don Francisco Patiño, se opuso a que continuara sus estudios, pues el joven Francisco le ayudaba en el trabajo. Sin embargo, fue su madre, Amalia, quien supo ver el potencial de su hijo y, con la ayuda económica de su hermano mayor, lo inscribió en la secundaria. Más tarde, su padre cedió y asumió la responsabilidad de su educación.
En esos años, Francisco ya tenía claro que quería ser ingeniero y trabajar en Pemex, lo que lo llevó a buscar ingresar a la UNAM. En un flashback, recuerda esos momentos clave de su vida. En la universidad conoció a un hidalguense que formaba parte de los cuadros de la Liga Comunista 23 de Septiembre, y durante la bienvenida a los nuevos estudiantes entre ellos él, este joven se hizo notar con un disparo que rozó a uno de sus compañeros.
También ahí vivió uno de sus primeros amores, que terminó con un toque dramático tras la sentencia de su padre: “o novia o estudios”. Eligió las dos , y el apoyo económico dejó de llegar. Pero también perdería su relación.
Con el tiempo, la vida le permitió seguir preparándose. En Barcelona, obtuvo el grado de doctor en poco más de un año, de los cuatro que debía cursar. Allí hizo grandes camaradas, con quienes aún mantiene contacto. También recibió el ofrecimiento de trabajar junto a una de “las vacas sagradas de la ingeniería”, propuesta que rechazó para regresar a México. Para entonces, ya estaba casado con Ernestina Ceballos, el amor de su vida y madre de su único hijo, quien ha seguido sus pasos en la ciencia.
La política siempre ha estado presente en su vida. Ha sido diputado federal en dos ocasiones, aunque todavía espera lograr la senaduría. En el ámbito profesional, el nivel 3 del Sistema Nacional de Investigadores, actualmente tiene el nivel 2.
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Francisco Patiño llegó a Hidalgo en un “raid”, mientras acudía a Poza Rica a su cita de empleo en Pemex. Sin embargo, el destino le tenía otros planes: se encontró con amigos que trabajaban en la UAEH y lo invitaron a integrarse a la universidad. Ahí comenzó su trayectoria de más de 45 años como académico, dejando atrás el sueño de trabajar en Pemex. Fue él quien inició la formación del sindicato universitario, aunque tiempo después la propuesta le sería arrebatada por el entonces rector.
Recuerda, entre risas, que tras cinco años fuera de la universidad, y ya como rector Gerardo Sosa le dijo: “Paco, te voy a dar tu jubilación”. La incredulidad ante tal afirmación fue evidente, pues esa jubilación se presentó no como un derecho, sino como un favor.
Aunque la ciencia es su mayor pasión, el doctor Patiño también disfruta de un buen libro de Benedetti, Saramago, García Márquez o Vargas Llosa. Le gustan el vino y la música, desde la clásica hasta la cumbia y el merengue. Ama Veracruz, lo mismo que Hidalgo y aunque está historia aún tiene mucho por contar, pero por ahora nos despedimos.
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