A veces, los grandes sueños surgen en los momentos menos esperados, y el del auditor Superior del estado Jorge Valverde nació así, frente a un televisor. En ese momento, el entonces presidente Carlos Salinas hablaba de economía; los términos y la determinación del mensaje quedaron grabados en un joven que buscaba su destino. Descubrir que existía la carrera de Economía fue no solo su sueño, sino también su futuro.
Sentado en la silla de su oficina, donde hay dos cosas que lo han acompañado a lo largo de su vida —un barco y una roca de obsidiana, esta última recuerdo del trabajo de su padre como geólogo—, escucha la pregunta: “¿Quién es Jorge Valverde? ¿Qué hace cuando cierra la puerta de su despacho y vuelve a casa?”.
No lo piensa dos veces y contesta sobre sus raíces: de padre duranguense y madre pachuqueña, recuerda esos primeros años en la ciudad, donde pasaba la tarde en la bicicleta con sus amigos. “Literal”, dice, “me acababa las llantas”.
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Su vida transcurría como la de cualquier niño: los deberes del colegio, llegar a casa y, a veces, acompañar a su padre, don Jaime Valverde, quien llegó a Pachuca en 1972 para trabajar en las minas, aquí conoció a Josefina, con quien se casó. Los Valverde Islas tuvieron tres hijos: Jorge, el mayor, seguido por Maribel y Jaime, el menor.
Durante algún tiempo, Jorge acompañaba a su padre en los trabajos de campo, donde también le ayudaba; por un momento pensó que seguiría sus pasos. Sin embargo, descubrió que esa no era su vocación.
Lo suyo eran los números y la economía, en los cuales, dice, es muy bueno. Aún recuerda el momento en que le dijo a su madre que quería ser economista, y ella le respondió: “¿De qué vas a vivir?”. En ese tiempo, la carrera no era muy conocida y él formó parte de apenas la cuarta generación de economistas que salió de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo. En sus primeros años, trabajó en diversos estados como consultor y supervisor. Posteriormente, logró otros empleos, entre ellos, en la auditoría, donde estuvo en los tiempos en que José Luis Lima y Rodolfo Picaso estaban al frente.
Amante del cine de acción y de todo tipo de música, incluidos los corridos, recuerda aquellos días en los que en su casa no podían faltar Los Tigres del Norte y Los Cadetes de Linares, parte de la cultura norteña de su padre. Además de los números, le gusta la mecánica; arreglar coches y reparar cosas son parte de sus pasatiempos.
A pesar de que, debido a sus actividades, no puede convivir todo lo que quisiera con su esposa Diana y sus hijos, Joana, de nueve años, y Jorge, de 14, se esfuerza por brindarles tiempo de calidad y pasar los fines de semana en familia.
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En la vida siempre hay claroscuros, y en la del auditor no es la excepción. Entre los momentos más difíciles que le ha tocado enfrentar, recuerda uno de salud, hace seis años, cuando, debido al estrés, sufrió de herpes zóster que casi le hace perder un ojo. Esa etapa le costó mucho superarla, y no fue con medicina alópata, sino con una terapia de imanes, confiesa.
Hay alguien que es la mujer de su vida, quien lo trae “de un ala” y apenas tienen nueve años: Joana. Lo mejor de su vida dice ha sido ser papá; es algo que, le cambió la vida y la hace completa. Aunque todavía hay metas por cumplir, y uno de estas es alcanzar un cargo de representación popular. Consciente de que los sueños se cumplen, espera también lograrlo algún día.
Te recuerdo que si te has preguntado, ¿qué sucede con los políticos y funcionarios cuando se apagan las cámaras, se cierra la puerta de la oficina y llegan a casa?, te invito a leer las historias de vida de los hombres y mujeres que rigen el destino de Hidalgo.
Nos vemos en el próximo retrato.
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