“La Laguna de Tecocomulco nos recuerda que los destinos turísticos no se disfrutan únicamente por su belleza, sino también por la responsabilidad que asumimos al visitarlos….”
En el corazón del altiplano hidalguense se encuentra la Laguna de Tecocomulco, en Tepeapulco, un lugar que guarda en sus aguas el reflejo de siglos de historia natural y cultural. No es casualidad que sea reconocida como sitio Ramsar: este humedal es refugio de aves migratorias, hogar del ajolote y pulmón ecológico de la región.
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Visitar Tecocomulco no es solo una experiencia turística, es una invitación a descubrir la grandeza de los humedales y, al mismo tiempo, a convertirse en parte de su cuidado. Aquí, los paseos en lancha, la observación de aves o el simple hecho de contemplar el amanecer sobre sus espejos de agua se convierten en un recordatorio de lo frágil y valioso que es nuestro entorno natural.
El turismo responsable puede ser el mejor aliado de la laguna. Cada visitante que llega aporta no solo a la economía local, sino también a la conservación de este espacio. Al consumir productos típicos, contratar a guías comunitarios y respetar las normas del ecosistema, los viajeros ayudan a que las comunidades ribereñas encuentren en el turismo una razón más para proteger su entorno.
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Además, actividades como la observación de aves —que cada año atrae a amantes de la naturaleza de México y el mundo— fomentan la educación ambiental y despiertan una conexión profunda con la biodiversidad.
La Laguna de Tecocomulco nos recuerda que los destinos turísticos no se disfrutan únicamente por su belleza, sino también por la responsabilidad que asumimos al visitarlos. Cada paso a su alrededor y cada fotografía tomada deben estar acompañados de un compromiso: dejar el lugar mejor de lo que lo encontramos.
El turismo puede y debe ser la llave para garantizar que este humedal siga vivo. Por eso, quienes buscamos experiencias auténticas y memorables debemos mirar hacia Tecocomulco, no como simples visitantes, sino como guardianes temporales de su riqueza natural.
Conocer Tecocomulco es un privilegio. Protegerlo, una obligación compartida.
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