What To Know
- Hay veces que se hace de manera tan precisa que es difícil creer que ese hecho sucediera en la vida real, y otras veces es tan desastroso que hasta los descendientes que quedan de esa historia sacan demandas y versiones con “su verdad”.
- Actualmente, las películas y series basadas en hechos reales han sido puestas a disposición del género de terror, y quien sabe bien cómo poner al malo de la historia en una posición que lo hace ver vulnerable, entendible, deseable y hasta víctima en lugar de victimario es Ryan Murphy.
- Este es el director que ha consagrado su carrera gracias al universo de American Horror Story, American Crime Story y recientemente a Monster, donde relata la vida, crímenes y traumas de uno o unos desvividores seriales populares en Estados Unidos, que en su momento se volvieron el terror de las calles y, por sus acciones, pasaron a ser casi leyendas urbanas y mitos de localidades.
Ya es más común que las películas de suspenso o terror estén “basadas en hechos reales” para darle un plus escabroso y hasta podríamos decir que morboso; llevar a la pantalla grande un hecho que fue popular, viral o escandaloso es algo que se debe tratar con mucho cuidado.
Hay veces que se hace de manera tan precisa que es difícil creer que ese hecho sucediera en la vida real, y otras veces es tan desastroso que hasta los descendientes que quedan de esa historia sacan demandas y versiones con “su verdad”.
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Actualmente, las películas y series basadas en hechos reales han sido puestas a disposición del género de terror, y quien sabe bien cómo poner al malo de la historia en una posición que lo hace ver vulnerable, entendible, deseable y hasta víctima en lugar de victimario es Ryan Murphy.
Este es el director que ha consagrado su carrera gracias al universo de American Horror Story, American Crime Story y recientemente a Monster, donde relata la vida, crímenes y traumas de uno o unos desvividores seriales populares en Estados Unidos, que en su momento se volvieron el terror de las calles y, por sus acciones, pasaron a ser casi leyendas urbanas y mitos de localidades.
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Ryan Murphy lleva tres temporadas poniendo casos y personajes en contextos en los que no solo se cuenta la vida y circunstancias por las que hizo lo que hizo; como es una adaptación, Murphy se atreve a agregarle de su cosecha y, como lo decía en párrafos anteriores, incluso los hace deseables a la vista de la audiencia, dejando de lado lo terrible que pudieron haber hecho, con caras bonitas.
La primera serie que hizo Murphy de su universo Monster fue retratando la vida de Jeffrey Dahmer, el asesino serial de Wisconsin. Su vida ya se ha adaptado en pantalla grande por lo menos otras dos veces y en todas ellas ha habido esta fascinación por conocer la mente de este criminal. La serie de Murphy no decepcionó y la actuación de su favorito Evan Peters tampoco.
Siguiendo con la misma fórmula, Murphy trajo al plato el caso de los hermanos Menéndez, dos jóvenes que asesinaron a sus padres y que fueron condenados a cadena perpetua. Lyle y Erik fueron interpretados por Nicholas Alexander Chavez y Cooper Koch; Javier Bardem y Chloe Savigny los acompañan como sus padres y aquí, a diferencia de Dahmer, la historia ya presenta algunas cuestiones que no convencieron.
Pero Murphy tenía otra meta y decidió llevar a la pantalla uno de los personajes más icónicos dentro de la cultura estadounidense, pues este señor inspiró tres obras del terror que son favoritas de muchos y material de culto: Psicosis de Alfred Hitchcock, La masacre de Texas de Tobe Hooper y El silencio de los inocentes de Jonathan Demme.
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Ed Gein fue un granjero de Wisconsin que es considerado un asesino serial, aunque solo se le comprobaron dos casos. El problema, y por lo que fue conocido, fue que cuando la policía entró a su domicilio para detenerlo, encontraron muebles hechos con piel humana, rostros y algunos cuerpos exhumados para hacer sus “decoraciones”.
Su vida es el centro (o debería serlo) de esta nueva temporada, donde Charlie Hunnam le da vida a este personaje. Después de ver la serie de ocho capítulos, hay cosas buenas y malas que decir. Las buenas son, para empezar, la actuación de Hunnam, sin duda perturbadora; hasta la voz es algo que da escalofríos; luego están los otros personajes que, al igual que lo hiciera Hunnam, parece que fueron bien estudiados y llevados a la escena.
También hay que destacar la parte de la escenografía y la fotografía, en conjunto una verdadera definición de lo que es estudiar la historia y poner los elementos justo donde deben estar.
Vamos con las cosas malas, porque aunque es imposible ignorar las referencias a las películas que Gein inspiró, a veces cae en la ficción más de lo que nos gustaría; hay capítulos que son vil relleno y que ni siquiera aportan algo a la historia, todo para completar ocho, y todavía sigo pensando si el final debió ser ese.
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No voy a mencionar lo de la sexualización de los personajes, porque si vemos los trabajos anteriores de Murphy, se entenderá por qué el sexo forma parte de las historias que hace este director, la que sea, incluso Comer, rezar y amar.
La recomendación: Terminemos de sucumbir ante el morbo de una historia “basada en hechos reales” y vean La posesión de Verónica, dirigida por Paco Plaza, basada en los Expedientes Vallecas, caso español que sucumbió a todo un país. Está en Netflix… Y hasta aquí. ¡Corte y queda!
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