KATHYA MORENO

“Las nanacaterasmujeres expertas en esta práctica, cuyo nombre proviene del náhuatl nanacatl (hongo)— han heredado de sus madres y abuelas el conocimiento para identificar, recolectar y preparar estos alimentos de manera segura.”

En los últimos años, el turismo de hongos —también conocido como micoturismo— ha crecido de manera notable en México. Con la llegada de agosto, (hongosto, para los cuates) en cada temporada de lluvias, miles de personas se adentran en bosques para buscar, fotografiar o degustar estas joyas de la naturaleza. No es solo una moda gastronómica: es un fenómeno que mezcla ciencia, cultura y aventura.

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La experiencia de caminar entre pinos y oyameles, observando cómo la humedad hace brotar hongos de formas y colores sorprendentes, conecta al visitante con un ciclo natural milenario. Además, el micoturismo puede ser una oportunidad para impulsar economías locales, pues involucra guías, cocineros, artesanos y hospedajes.

En comunidades como Acaxochitlán, la recolección de hongos tiene una raíz profundamente ancestral. Las nanacaterasmujeres expertas en esta práctica, cuyo nombre proviene del náhuatl nanacatl (hongo)— han heredado de sus madres y abuelas el conocimiento para identificar, recolectar y preparar estos alimentos de manera segura. Su labor no solo abastece a las familias y mercados locales, sino que preserva una tradición que entrelaza el respeto al bosque, la medicina natural y la gastronomía indígena. Acompañarlas en el campo es, en realidad, un viaje al pasado que nos recuerda la sabiduría con la que nuestros antepasados se relacionaban con la naturaleza.

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Sin embargo, como toda actividad turística en entornos naturales, también tiene su cara menos amable. La recolección irresponsable puede alterar ecosistemas, reducir poblaciones de especies y afectar la reproducción de hongos que cumplen funciones vitales en el suelo. Peor aún, la falta de conocimiento puede llevar a intoxicaciones graves, pues algunas especies comestibles tienen “dobles” peligrosos a simple vista.

Para aprovechar el micoturismo de manera sustentable, es fundamental que se realice con expertos. Ellos no solo identifican correctamente las especies, sino que enseñan a respetar el entorno, recolectando solo lo necesario y dejando intactas zonas de regeneración. También fomentan una relación más consciente con la naturaleza, en la que el aprendizaje es tan valioso como la cosecha.

En Hidalgo, existen lugares seguros para vivir esta experiencia de forma responsable, como Rocabosque en Mineral del Chico y desde luego, en Acaxochitlán con las nanacateras. Allí, la tradición, el conocimiento y el cuidado del bosque se combinan para ofrecer una aventura tan deliciosa como respetuosa con el medio ambiente.

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